Desvío, cortejo y misterio

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Estaba anocheciendo y los agricultores emprendían el camino de regreso a sus hogares, yendo en silencio por un sendero hacia el sur

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Estaba anocheciendo y los agricultores emprendían el camino de regreso a sus hogares, yendo en silencio por un sendero hacia el sur. Los tres que los observaban se cansaron de buscar el camino por el que habían venido antes. A excepción del sendero y la plantación, aquello estaba en medio de la nada. Era puro monte.

—Vamos a recorrer la zona —sugirió Sarwan, que nunca perdía el optimismo—. Tiene que haber un pueblo por allí. De ahí deben venir estos trabajadores.

Deval regresó con ellos, incapaz de admitir que no veía nada en el horizonte. Nirali bajó del árbol al que había subido para utilizar un instrumento de observación a distancia con forma de tubo que le había salido una fortuna en un mercado. Con tan poca luz, el aparato no servía de nada.

—No entiendo, maestro, ¿cómo es que no vimos este lugar durante la pelea?

—Eso ya no importa. Tenemos que volver como sea al punto donde estábamos si no queremos quedar rezagados en la búsqueda de Refulgens, Ni —decidió el mayor, serio—. Necesitamos esa recompensa.

—No si yo lo encuentro primero, salvaje —dijo el otro guerrero, con expresión amenazante—. No tienes idea del lío en el que estás por meterte. Márchate ahora que estás a tiempo y llévate a esta mocosa a otra parte, no la arrastres contigo.

Nirali volvió a enfrentarlo.

—¿No te da la cabeza para llamar a la gente por su nombre?

—Por supuesto, pero a las mocosas que no van a durar nada en esto no me molesto en aprenderles ni el rostro.

—¿Quieres ver hasta dónde voy a durar, idiota?

—Ahora tú no usas el nombre de los demás. Deberías respetar a tus mayores, Ni.

Sarwan inspiró hondo y se acercó a su antiguo compañero, llevándose su atención de la discusión con la muchacha.

—Escuchen, los dos. Estamos perdidos ahora, todos buscamos lo mismo —propuso, extendiendo una mano en señal de paz—. Hagamos una tregua.

El rubio no correspondió el gesto. Se limitó a mirar aquella mano extendida y cruzarse de brazos, como si lo estuviese pensando. La muchacha aprovechó para apresurarse a detener el pacto.

—¡Maestro, por favor! ¿Tiene sentido que confíes tan rápido en él?

—Lo conozco desde hace mucho, Ni. Sé sobre sus principios. No te preocupes.

—No me siento tranquila con él cerca —murmuró.

Y se aferró con una mano a la manga raída del traje de su mentor, en un gesto inconsciente, cuando notó que el hechicero la observaba. Era obvio que la había escuchado; sin embargo, no hubo respuesta de su parte.

Algo en la mirada fija del extranjero la ponía inquieta. En ese instante, él parecía querer entrar en su cabeza con aquella intensidad azul. Como si intentara descifrar algo. Entonces, volvió a concentrarse en su rival y ella sintió que la presión en la boca del estómago desaparecía.

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