El orgullo de ser diferente

73 11 3
                                    

Otra vez, Savir caía al suelo de aquel terreno castigado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Otra vez, Savir caía al suelo de aquel terreno castigado. Otra vez, su peso estremecía hasta las piedras cubiertas de sangre y su aura maldita incendiaba hasta el último rastro de verde. Pero eran Sarwan y Deval quienes se alzaban frente a él, con la sensación de la victoria a punto de alcanzar sus rostros incrédulos.

—Bien, llegamos a tiempo de ver el final, señores —anunció Aruni, no sin mostrar cierta irritación, tal vez ansiedad, por lo que estaban presenciando.

Nirali los buscó con la mirada, al disiparse la esfera de fuego en la que la salamandra la había transportado, junto al heredero real de Daranis. Por la urgencia, se habían cubierto con armaduras prestadas, encima de la ropa sucia y arruinada por la pelea en la muralla este. La única que resplandecía en su uniforme de combate era Aruni, como de costumbre. Pero ella no necesitaba estar muy limpia para brillar.

La joven hechicera localizó con rapidez a su mentor y a su compañero en medio de la niebla oscura, frente al cuerpo hipertrofiado del oponente de ambos. Quiso ir hacia ellos, pero la duda no la dejó moverse.

—¿Qué es esa cosa? —dijo, asqueada.

—Savir —contestó la salamandra, tensa.

Nimai gruñó y la joven pudo reconocer, en la catarata de insultos del príncipe, algunos que la hicieron sonrojar.

—Estúpidos, ¿por qué siguen usando magia oscura? —protestó él.

—No se acerquen —sugirió la que los había llevado hasta ahí—. Podría ser peligroso darle una brecha de defensa al monstruo.

Más allá, el bicho hacía un intento tras otro de levantarse, para volver a ser derribado por los hechiceros. Nirali no pudo aguantar seguir observando y no hacer nada.

—¿De qué sirve que estemos aquí, entonces?


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


La euforia de Sarwan era peligrosa, ya ni podía distinguir cuáles eran sus propios pensamientos y cuáles los susurros de las almas atrapadas por el rencor que habitaban su cuerpo. Debía dejarlas ir. Había visto el regreso del escudo iridiscente de magia blanca sobre Bunhal. No necesitaba aquel poder que lo consumía tanto como él lo utilizaba, pero le costaba dejarlo ir.

Espíritus de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora