La alumna que quiso brillar

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Para Sarwan, las jornadas que siguieron a aquel encuentro final con Savir pasaron en una nebulosa

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Para Sarwan, las jornadas que siguieron a aquel encuentro final con Savir pasaron en una nebulosa.

Los que habían defendido la ciudad, en tensión constante y sin un buen descanso por casi una semana, por fin pudieron respirar tranquilos. Con eso, muchos habían caído en las enfermerías improvisadas. La mayoría se sumergió en un sueño profundo de varios días, rendidos por el alivio. Otros habían dado más trabajo a los hechiceros, con la necesidad de un hechizo que hiciera desaparecer las heridas graves.

De haber recibido algún ataque externo, la ciudad probablemente hubiese caído en ese tiempo. Lo bueno era que Nimai había llegado a buenos términos con el monarca de Suryanis, asegurando un tratado de paz que se firmaría apenas obtuviese el trono.

Con la caída de Savir —y la revelación del propósito oscuro detrás de su política con los sobrenaturales—, el palacio de Varma fue ocupado por el legítimo heredero. Se comenzó la depuración de la guardia del palacio, así como de las fuerzas de defensa del reino. La nobleza de la capital recibió un golpe muy fuerte, pero se puso al servicio del nuevo soberano con rapidez. Al menos, en apariencia.

Así, la coronación de Nimai Segundo se convirtió en un hecho.

Se cumplía una semana desde la recuperación de Bunhal, cuando un mensajero del rey llegó a la posada donde descansaba el grupo de los hechiceros reclutados por Aruni. La recompensa por el trabajo, en bolsas de oro con más de lo acordado, iba acompañada por la invitación a los tres para ser parte del nuevo proyecto de reinado.

Sarwan guardó el oro con felicidad y el pergamino oficial con algunas dudas. Era hora de volver a Daranis. A buscar nuevos rumbos, ya fuese que aceptaran el ofrecimiento o no.

Como parte del nuevo tratado entre humanos y sobrenaturales, las ciudades refugio serían reconocidas en el territorio, junto a sus habitantes. Con todos los derechos y obligaciones que tenía cualquier humano daraniense. Aruni había sido reasignada por los Superiores, con la tarea de nueva embajadora de fuego en aquella región, protegiendo los intereses de los suyos y representándolos en la Corte.

Para el hechicero, no había mucha diferencia con lo que la salamandra venía haciendo desde antes. Lo importante era que habían llegado tiempos de paz y ya sabía dónde podía encontrarla. No iba a perderla de vista de nuevo.

—¿Sarwan? —lo llamó Deval, desde la entrada de la taberna—. Vamos de una vez. Hay que preparar la salida y no quiero tener que arrastrarte borracho a la posada.

Él siguió enfrascado en su jarro de bebida. Alguien le había conseguido un suministro de su amado taj, por fin. Ya se había cansado de beber tanto alcohol extranjero. Además, tenía un verdadero banquete solo para él, por cortesía del tabernero.

—Me arrastraré solo. Vete a dormir.

Al escucharlo, el joven se acercó hacia la mesa, gruñendo.

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