A los siete años Michael sufrió la pérdida de la única persona en su familia que le brindaba luz y apoyo, su madre.
Michael estaba enfermo, la fiebre no bajaba y Karen no sabía que hacer, su marido llegaría tarde por trabajo o por alguna aventura, cualquiera de las dos opciones eran válidas.
Michael estaba tosiendo mucho, se notaba como su garganta estaba desgarrada. La lluvia caía fuerte lo que ponía a la mujer aún más nerviosa.
"Bebé, saldré un minuto. Quédate aquí y no abras la puerta a nadie" Pidió la mujer desesperada.
"¿Y si es papá?" Preguntó el niño al borde de la agonía, la fiebre no bajaba.
"Tampoco, no abras la puerta a nadie" Exigió la mujer, Michael asintió.
Esa noche nadie golpeó la puerta, esa noche su madre se había ido para siempre, esa noche fue el inicio de su infierno.