A la edad de veinticinco años Michael quiso volver con la primera persona que le amó...
Seis años habían pasado desde que su relación con Luke había acabado. Sufrió mucho, pasó días y días llorando frente a las fotos que habían hecho juntos, dejó el trabajo que el rubio le había conseguido y volvió a lo de siempre.
Y aquella noche, justo después de su última paga, en medio de la música que le brindaba el viejo tocadiscos, se desnudó.
En aquel piso que había alquilado hace algunos meses con un amigo de esquinas quien había muerto hace poco.
Frente a un espejo roto, maquilló sus labios, maquilló sus ojos, y colgó en su cuello el collar de estrella que su madre le había regalado.
Él brillaba más que cualquier estrella.
Pero él ya no quería brillar.
El quiso sentir el amor de alguien.
Pero también conoció lo que era la decepción.
Sacó la pistola que guardaban con su amigo para protegerse y frente al espejo, con el maquillaje corrido por el llanto, posó la boca de la pistola bajo su mandíbula.
La música sonaba fuerte, pero el disparo lo fue más.
Esa noche las estrellas lloraron porque perdieron a una de ellas.
