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Después de bañarnos juntos, jugar con la espuma, tocar sus tatuajes. Se me quedaba mirando por un buen tiempo y acariciaba mi marca de nacimiento en forma de lágrima que tengo al lado del ojo. Cada uno se vistió con una bata que había en el baño, ya que no íbamos a estar todo el día desnudos, y nos sentamos otra vez en los sillones que había al lado de la gran ventana. Nos habían preparado unas tazas de té por nuestra petición, y allí estábamos, medio desnudos, dando sorbos al té mientras contemplábamos la lluvia que caía sobre la ciudad. Y ya estaba amaneciendo.

—Justin —le mencioné.

—¿Qué? —se giró hacia mi. Su mirada estaba vacía.

—¿Qué pasa? —subí las piernas con tal de quedar las rodillas pegadas al pecho, encogida, con la bata envolviéndome todo el cuerpo ya que tenía frío.

—¿Por qué lo preguntas? —me dijo cuando dejó la taza, que sostenía con las manos, en la mesa.

—Estás muy callado —di un sorbo a mi delicioso té y me iba calentando las manos con la taza.

—Lo siento —me sonrió debilmente. Miró por la ventana y al segundo, sus ojos se volvieron débiles y cristalizados, y su rostro se tornó rojo. Dejé la taza en la mesa y me acerqué a su lado, tranquilamente. Se tapó los ojos con las manos y sollozó—. Lo siento —volvió a decir y me rompió el corazón.

—Tranquilo —le abracé con suavidad y le apretujé contra mi pecho—. Tranquilo.

Y quizá entendí por qué lloraba. Un chico que es perseguido por mucha gente, que sea por odio o por amor, no es para tomárselo bien. O el hecho de que esté mal, y nadie pudo llenar ese vacío. O después de lo que pasó con su ex, o si aún la quería. Y cuando las personas le decían qué hacer, cómo peinarse o cómo actuar.

—Me siento solo a veces —explicó cuando se incorporó en la silla y me miró, sus ojos seguían llorando—. Siento como si todo se me viene encima y nadie puede ayudarme —y cuando los chicos lloran, dicen que es de verdad.

Y yo le comprendía.

—Por favor, no te alejes —me rogaba.

Y lo único que pude disfrutar de él, fue eso. Esas lágrimas que caían sobre mi ropa, esas manos rodeándome como si se iba a derrumbar en cualquier momento. Ese sentimiento, un nudo en la garganta, otras lágrimas mías. Lloré porque amanecía y porque Justin tenía que irse, porque él estaba destrozado y yo también y no podíamos hacer nada, porque era un adiós.

Estuvimos sentados en la cama, abrazados, desnudos, yo sentada delante de él, con mi espalda en su pecho, mirando por la ventana el amanecer. Quiso saber sobre mí y le conté mi dura infancia. Le conté como a los cuatro años, mis padres se fueron a trabajar a esta ciudad y yo me quedé, con mi hermana y mi hermano, viviendo con unos tíos míos. Le conté lo duro que era ese infierno de estar sin padres. Le conté que a los nueve años vine aquí y estábamos bien en família. Le dije que años después, estaba infeliz por cosas familiares. Y él me entendía y me apoyaba.

A veces me daba besos en el pelo y yo le abrazaba por detrás, sin llegar a abrazarle del todo. Y él, en un momento de silencio, empezó a cantarme. Pude sentir su pecho vibrar y esa voz maravillosa. Empezó con "Be alright" y después se volvió en "Life is worth living" . Le dije que mi canción favorita del álbum era "No pressure" Empezó a cantármela y yo le seguí el rollo y le rapeé la parte de Big Sean. Me dijo que sabía rapear bien y yo solo pude reírme.

—Eres preciosa —era la cuarta vez que me lo estaba diciendo y empecé a creérmelo de verdad—. ¿Tienes novio?

—¿Si tuviera novio lo estaría haciendo contigo? —en verdad sí.

—Nena, soy Justin Bieber. Nadie se resiste —nos reímos. Pero tenía razón, no pude resistirme a sus encantos—. La verdad es que tampoco me importaba si tenías. Eres mía igualmente —y me besó de nuevo y en medio de ese beso se me escapó una lágrima. Nuestro último beso.

Mientras el cuarto se iba iluminando por el sol, Justin y yo seguíamos abrazados en la cama, y nos estábamos riendo y hablando. Me estaba contando de sus anécdotas con las chicas. Cuando miré el reloj en la pared, ponía 8:14am.

Media hora después, nos levantamos de la cama y desayunamos juntos. Justin era una persona graciosa y me hacía reír, me hacía hasta llorar. Le echaré muchísimo de menos.

Cuando acabamos de desayunar, me volví a vestir con la ropa que estaba tirada por el suelo, ya que iba en bata, y con la chaqueta que me dio Justin la noche anterior. Rectifico, avergonzada me vestí con esa ropa. Pero a Justin le gustaba ir desnudo por el cuarto. Ya sabía porque tenía fotos de su trasero y las subía a instagram como si nada. Recuerdo que de pequeña siempre me quitaba las bragas. Todo normal.

Cuando los dos estábamos ya vestidos, cogí mi mochila que aún seguía sobre la silla y me la pusé en la espalda. Los dos, abrazados, salimos de su suite y bajamos hasta la entrada. Me dijo que llamó a un taxi para llevarme a casa.

Vi el taxi aparcado delante de mis narices, y enseguida lo supe. Eso era una despedida. Y las despedidas no eran lo mío, porque, ¿cómo se le puede decir adiós a alguien que realmente quieres?

Me giré a mirarlo y él también lo hacía. Intenté ocultar mi tristeza, pero él se acercó a mí y me levantó en su regazo. Las lágrimas salían como disparos y sollozé en su hombro. Y él me sujetaba más, me apretaba más, como si estuviera de verdad triste por la despedida.

Le susurraba "te quiero" y él me contestaba "yo también preciosa".

Empecé a desvestirme de la chaqueta para dársela.

—No, quédatela.

—Justin —sollozé más contra la chaqueta.

Nos separamos porque me di cuenta de que lo estaba reteniendo, y él era un pájaro que tenía que volar. Se quedó mirando mis ojos verdes y yo a los suyos, mieles, preciosos. Me acarició otra vez la marca de nacimiento en forma de lágrima y sonrió, una lágrima acababa de empapar su dedo. Me dio un último apretón en la mejilla, y una última mirada cuando me despedí de la mano y entré en el taxi. Le di la dirección al taxista, y con lágrimas en los ojos me giré a mirarlo por la ventana.

Puse mi mano en el cristal y él hizo lo mismo desde la distancia. Yo no dejaba de llorar y él, simplemente me miraba con ese mismo vacío que miró a la calle del hotel.

Le volví a decir un "te quiero" pero no pude verlo decir otra cosa porque el taxi arrancó. Toqué con las yemas de mis dedos los chupetones visibles del cuello y sentí una punzada en el corazón.

En ese momento sentí un vacío.

Las despedidas no son lo mío.

Stay with me forever |j.b| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora