Tan clara es la luz del dia, que a veces me cuesta entender como esa bella luz puede alumbrar a un mundo que a pesar de todo sigue en la oscuridad. Veo como algunas personas caminan por ahí, olvidando la luz que da brillo a su rostro, procurando opacar los días de los demás y absorbiendo la alegría del ambiente.
He aquí mi rutina matinal, un escape de todo hacia mi misma. Con las piernas cruzadas sobre el tejado y la mirada puesta en la realidad que me rodea, en cada niño con ropa andrajosa pidiendo alimento a escondidas. Cuando era niña me preguntaba donde estaban sus padres, me parecía tan extraño que el Gobierno no se preocupara por ellos, ya que Azhlith prometía ser tierra de justicia y prosperidad; no existía un niño -según las noticias- que fuera abandonado a su suerte, porque ahí estaría Azhlith para recobijarlo.
Pero la verdad me golpeó en la cara con el tiempo, esos pequeños que vagaban por las calles a su suerte eran hijos de los "traidores de la patria", sus padres muchas veces eran ejecutados o puestos en prisión con la condena de cadena perpetua. Las autoridades en su afán de ser reconocidos como justos y misericordiosos, se "compadecian" de los hijos de los traidores, y no los asesinaban ni ponían en prisión, su destino era quizás aun peor.
Se convertían en marginados de la sociedad, eran tratados como escoria y si algún soldado los veía pidiendo limosna se los llevaban y el mundo no volvía a saber de ellos.
- Luce, hija ¿De nuevo estas ahí?.
Mi madre me miraba preocupada desde la puerta de mi habitación, en una bandeja tenía una cápsula alimenticia del Gobierno y un vaso de agua.
Si bien nuestra familia tenía dinero debido al trabajo de mi padre, conseguir todos los alimentos que un cuerpo necesita para estar sano es muy costoso en estos tiempos. Las verduras y frutas frescas o huevos caseros y carne no procesada son un verdadero lujo hoy en día. Por eso, el Ministerio de Salud provee estas pequeñas cápsulas con el pago mensual de los impuestos. Son insaboras y un excelente complemento alimenticio. A pesar de eso, no llenaban el estómago y eran demasiado grandes. Era un total fastidio para mi tomarmelas, aunque yo por lo menos tenía esto, aquellos niños semidesnudos pidiendo un trozo de pan duro no podían acceder a esto ni en sus mejores sueños.
Me armé de valor y las trague juntas con un gran trago de agua que abría paso en mi garganta.
-Hija, vamos, tu hermana te está esperando, debes apresurarte -dijo mi madre de mala gana, siempre le fastidiaba que Aurora tuviera que esperarme.
-¿Luce?-volteé para mirarla, me tendía un gorro de color granate realmente horrible ¿en verdad debía de usarlo siempre sólo para acultar mi pelo?
-De acuerdo, Abigail, pero ¿No puedes conseguirme uno menos de niña? Este es realmente vergonzoso, además es de lana y ni siquiera hace frío.
-Úsalo y ya, es preferible a que vean ese horrible pelo que tienes en tu fase... ya sabes...
Ella no se atrevió a completar la frase, se avergonzaba de mi padecimiento eso era obvio. Ofuscada por su manera de objetar despectivamente mi pelo -y a veces todo lo que yo era- baje casi corriendo las escaleras, eché un vistazo a la oficina de mi padre y el no estaba ahí, así que sólo me largue sin más de la casa para ir al CETAM (Centro de Entrenamiento técnico Aéreo Militar). Era un lugar donde preparaban física e intelectualmente a aquellos que querían servir al Gobierno, a pesar de que realmente a mi no me convencía servir del todo a un gobierno tan corrupto y opresor -y no me lea los pensamientos ni la consciencia que hasta pensar es traición a la patria- eran pocas las carreras que uno podía estudiar hoy en día. Ya no existían cosas como sociología, antropología, psicología, letras, Artes... todo podía abrir la mente y mostrar nuevos horizontes que sin duda perjudicaría al Supremo Dictador.
-Hey Luce! Acaso no piensas esperarme?? -rodé los ojos al escuchar la voz de mi hermana Aurora, ambas éramos de la misma edad, y ella me tenía tanto cariño que hacia todo que yo. Tanto es así, que había decidido alistarse conmigo para los entrenamientos.
-Oh, Hola Aurora, casi me olvidó de ti -dije sonriendo
-No te preocupes. Ah, te traje algo -dijo deteniendose a mirar mi horrible gorro de lana- es menos caliente y tapa tus mechas en el flequillo, en la coleta no tienes nada...
Me extendió un gorro con el diseño "camuflado" que a en ocasiones utilizaba el ejército, a pesar de tener un mínimo de doscientos años que ya no se utilizaba como uniforme oficial. Era bastante bonito, y realmente agradecí el gesto de mi hermana, me lo puse y así liberé mi larga coleta pelirroja.
Aurora me contempló unos instantes, casi se parecía al rostro que ponía cuando veía un bello atardecer o una flor de nuestro pequeño y secreto jardín abriéndose en las mañanas.
- ¿Qué sucede? -pregunté extrañada.
-¿Eh? Ah, ah es que... a veces te veo y me pregunto por que tu eres tan hermosa y yo soy tan simple.
No dije nada, ella realmente estaba loca. Su cuerpo era tan delicado y pequeño, mientras que yo tenía una estatura que me hacía sentir una grandulona. Su cabello dorado y ojos plateados la hacían ver sofisticada junto con su suave piel sonrosada, mientras que mi piel era demasiado blanca y mis ojos eran de un verde musgo que no llamaba la atención en lo más mínimo y mi pelo era prácticamente anaranjado. En verdad parecía más un orangután que una chica, mi hermana Aurora en cambio se parecía a la joven princesa que llevaba su nombre en aquel antaño cuento de hadas que ya nadie contaba a sus hijas.
-Aurora, algún día te darás cuenta de cuán hermosa eres, ya lo verás.
-Realmente no lo creo, pero sólo obtare por no discutirte Luce.
Hmm, ¿Luce?-¿Si?
-No es nada solo olvidalo.
La mire con extrañeza pero no causó curiosidad en mi, así que sólo seguimos caminando en silencio hasta llegar al CETAM.
Una vez ahí, el entrenamiento fue exclusivamente físico. Era muy raro como se ponían las cosas últimamente. El estado parecía querer alistar más y más soldados, siendo que estábamos en tiempos de absoluta paz. O al menos eso parecía.
Nos enseñaron como identificar situaciones de probable violencia o rebelión y como actuar en caso de un amotinamiento. Las armas eran una maravilla para mi, ya que en su mayoría eran pequeñas y disparaban lo que parecían ser rayos de luz blanca, pero que podían rebajar hasta diamante sin ningún problema.
Hacia al final de la clase todos los instructores parecían nerviosos, y uno se acercó a mi antes de que marchará, luego de dedicarle una sonrisa a mi hermana como pidiendo que nos dejará solos, ella se fue a alistar sus cosas para esperarme a que nos marcharamos.
-Luce, tenemos que hablar contigo.
-De acuerdo ¿Sobre qué trata?
- Es sobre tu avance en el entrenamiento, ya llevas un año y... sigues aquí por puro prótocolo, realmente resultaste mejor soldado que tu padre.
Lo mire con extrañeza, los músculos de sus brazos se tensaban doblados sobre el pecho y los ojos avellana puestos sobre mi gorro. Me puse nerviosa, si me pedía que me lo quite realmente estaba frita.
-Mira Luce, te necesitamos en el ejército. Participaras en alguna que otra misión de vez en cuando sólo como prueba. El Ministro local ha puesto sus ojos en ti. ¿Qué opinas? ¿Aceptas?
Realmente estaban locos? De la noche a la mañana me pedian eso, era demasiado para mi. Si sabía de personas que entraban al ejército antes quizás de ser mayor de edad. ¿Pero por que yo?.
El Gobierno estaba muy raro en estos últimos días. Decidí sólo marcharme a casa con Aurora sin antes decirle al instructor que lo pensaría, aunque estaba loco si pensaba que yo aceptaría. En verdad todo pasaba demasiado rápido.
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Luces Apagadas [PAUSADA] {EN EDICIÓN}
Ficção CientíficaGuerra, dolor, miserias humanas. A eso y más esta sometida Luce Caplan. En tiempos donde todo significado de misericordia ha sido borrado de la mente del hombre, ella deberá luchar por ideales que no comparte, negando incluso su propia naturaleza y...