Capítulo 3

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No pasaron más de un par de horas cuándo Paulette nos avisó que se tenía que ir.
—Yo te acompaño—anunció Betancourt.— Así me aseguro de que llegues bien.
Ante tanto amor delante mío, fingí vomitar.
—¿Qué es lo peor que le puede pasar? ¿Llegar dos minutos tarde?— exageré.
—Ay, no seas malhumorada— reclamó Paulette.— Son cosas del amor que tú todavía no experimentas.
Puse los ojos en blanco.
—Y espero nunca hacerlo— agregué.
—Parece que alguien tiene envidia— se burló Betancourt.
Fruncí el ceño y simulé enojo hacia mi amigo. No le pensaba discutir porque era irrebatible que algo de envidia me daba esa flechada pareja, dado a eso decidí ser audaz y cambiar el tema.
—Dante,— le llamé la atención.— ¿Tú también te vas?
El chico comprobó la hora en su celular e hizo un pequeño cálculo mental. Era obvio que tenía tiempo de sobra y dudaba si quedarse conmigo o no.
—Eh...
No era la única que ansiaba una respuesta positiva, Betancourt y Paulette miraban atentos la escena de tensión entre nosotros. 
—Sí, claro— dijo Dante, al fin.
Le sonreí con agrado. Me aterrorizaba un poco la idea de que nos quedáramos solos y todo se volviera incomodo, sin embargo había que intentarlo. En ese momento no pensé eso, pero ahora me digo a mí misma que si se trata de Dante, nunca dejaría de intentar.
Acompañamos a la pareja hasta unas esquinas mas allá, luego retomamos el camino de vuelta. Mi vista se fijaba en las hojas secas que yacían en el suelo, y de vez en cuando miraba a Dante muy disimuladamente para que no se sintiera presionado o intimidado. 
Nadie dijo nada, hasta el cabo de unos minutos.
—Hace frío— Dante se estremeció.
Me pareció raro, porque yo no tenía frío. El clima estaba agradable.
—¿Es una indirecta para que te abrace?— le dije irónica.
El chico soltó una pequeña risa y bajo la vista.
—¿Acaso no es obvio?
Nunca fui muy buena captando indirectas o ironías, por lo tanto estuve unos diez segundos tratando de averiguar si era otra broma o lo decía en serio.
Decidí arriesgarme. Y lo abracé.
Al principio, Dante se quedó rígido y pensé en retirarme, pero luego se transformó en un lindo abrazo. Seguimos caminando entretanto lo abrazaba. Pasaba gente y nos miraban conmovidos, seguramente todos ellos pensaron que éramos una pareja, y yo estaba bien con eso.
—Hey, Adia— llamó mi atención.—No es que no me guste que me abraces pero... sigo con frío.
Lo solté y escondí mi rostro en su hombro, riéndome a carcajadas. Yo también tenía algo que confesar.
—Que bueno— agradecí.— No es que no me guste abrazarte pero... era muy incómodo caminar así.
El chico sonrió.
—Tengo una mejor idea— Dante infiltró su mano dentro de mi bolsillo y juntó nuestros dedos.
Eso si que era mucho mejor.
Nos sentamos en un lugar afuera de mi edificio y comenzamos a platicar.
—¿Que te pasó ahí?— le pregunté señalando una cicatriz cerca de su ceja izquierda.
—Me asaltaron— respondió.
Y cómo no había más tema, surgió una bizarra conversación sobre heridas y cicatrices. Resultó ser que Dante era bastante desafortunado en ese aspecto, por lo tanto no nos sobró tiempo. Justo antes de tener que entrar a mi casa, me preguntó si yo tenía cicatrices.
"Deberías ver mis antebrazos" casi dije por impulso. Respiré, me controlé y me levanté la manga lo suficiente como para que se viera sólo una cicatriz, la más grande.
—¿Que te pasó ahí?
—Algo complicado— le sonreí.
No era una mentira, sólo estaba resumiendo la verdad, no obstante por dentro gritaba por ayuda. Pero él pareció satisfecho con la respuesta.


La siguiente vez que nos vimos fue cuando decidimos ir al cine entre todo nuestro grupo de amigos. Mi plan original era juntarme con Chloe mas temprano y llegar juntas al lugar de encuentro, pero cuando Dante me propuso exactamente lo mismo, no reaccioné de otra forma que decirle a Chloe que no me habían dejado salir tan temprano.
—Perra mentirosa— fue lo primero que me dijo mi amiga apenas me vio junto a Dante.— Me cambiaste.
—Ella me prefiere a mí— se burló Dante en modo de respuesta.
—Sabes que no— le respondió Chloe.
Siguieron discutiendo como niños de primaria hasta que aparecieron los demás integrantes del grupo con las entradas de la función. Lo cuál fue un largo lapso, ya que la fila para comprarlas era infernal.
—¿Listos para ver la película más terrorífica del mundo?— nos animó Betancourt.
Mis ojos se abrieron de par en par. Todos habían estado hablando de que querían ir a ver una película de miedo, pero pensé que los había convencido de no hacerlo. 
Todos se amontonaron para entrar a la sala. Dante se percató de mi terror, me tomó del brazo y me llevó unos metros más allá.
—Si quieres no entramos— su cara estaba a unos centímetros de la mía.
—No— fingí una risa casual.— Está bien.
—Tu cara no me dice lo mismo—Dante me tomó las manos, lo cuál aumentaba mis nervios.
Suspiré.
—Te propongo algo— agregó después.— Siéntate a mi lado y recuéstate sobre mí. Puedes dormir durante toda la película si quieres, o puedes optar por verla, si se te ocurre otra cosa tampoco me molestaría.
No pude evitar estallar de la risa.
—¿Qué?— preguntó Dante.
—Esto es como el típico cliché— dije todavía riendo.— A la chica le da miedo la película y el chico se hace el valiente y dice: "yo te protegeré, muñeca, no te preocupes".
Dante sonrió hacia el lado.
—¿Aceptas el cliché o no?— me tendió la mano.
Me mordí el labio y lo miré directamente a sus ojos.
—Lo acepto.
Entramos a la sala tomados de la mano y nos sentamos en las butacas del final dónde todos los demás nos esperaban.
Me apoyé en el hombro de Dante y comenzó la película. Debo admitir que estuve toda la película aterrorizada, lamentablemente no podía dormir porque de todas formas igual me intrigaba lo que podía pasar en la película. Obviamente, también estaban los inolvidables nervios que me invadían debido a la cercanía de Dante.
Al finalizar, nos quedamos a la salida del cine comentando la película.
—¿Te dio mucho miedo, Adia?— me preguntó Chloe.
—Estuvo toda la película baboseando por Dante, no creo haya prestado atención— se burló Paulette.
No era totalmente cierto lo que había dicho, pero aún así me quedé tiesa esperando a que los demás creyeran que era broma y se rieran, como siempre.
—Eso debe ser lo que ella quiere que creamos, pero estuvo durmiendo toda la película porque ni se atrevía a mirar la pantalla— Betancourt lanzó otra hipótesis. Esta tampoco era cierta pero, entre las dos prefería la segunda.
Los dejé creer lo que quisieran, al final no podía ocultar por mucho tiempo que algo me pasaba con Dante Anderson y menos cuándo estaba tan cerca de él.

Siete mil millones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora