Capítulo 2

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Es maravilloso cuando no recuerdas lo que hiciste bajo los efectos del alcohol, pensé. Es cómo si no hubieras dicho o hecho ninguna estupidez el día anterior. Hasta que te lo recuerdan. 
—Por favor, dime que no hice nada ridículo además de escribirme el nombre de ese chico sin importancia en el rostro—le imploré a Paulette. 
Ella me había llamado a eso de las 12.00am para preguntarme si estaba todo en orden, y sin contar la desesperante resaca, todo lo estaba.
—¿Sin importancia?—se burló.— Eso no es lo que nos hiciste parecer ayer.
—¿Qué?— dejé de respirar por unos segundos. 
—No soltaste a Dante en toda la tarde, a excepción de un momento en el qué te pusiste a perseguir a mi novio cantando una canción infantil.
En ese momento, me di cuenta de que toda mi dignidad estaba pisoteada en el suelo.
—Que buena primera impresión le di— murmuré irónica.— De seguro no me querrá ver nunca más.
Una pequeña risa burlona salió de sus labios. Se calló al instante.
—Si yo fuera tú, revisaría mis mensajes y luego opinaría.
Fruncí el ceño y ella cortó la llamada. Típico de Paulette: decir algo inconcluso para dar intriga.
La verdad, es que no tenía ganas de revisar ningún mensaje, pero aún así inspeccioné quienes habían intentado comunicarse conmigo. No soy de ese tipo de personas que suele hablar sola, pero no pude evitarlo cuándo vi su mensaje.
—Mierda.
El remitente era nada más ni nada menos que Dante Anderson. "Hola" decía su mensaje. Cuatro letras que me dejaron sin saber qué hacer. Estuve cinco minutos pensando y formulando respuestas en mi mente y terminé respondiendo con el mismo simple y mísero "Hola".
Estuve media hora esperando a que se conectara, y fue tan triste cuándo cinco minutos después, me di cuenta de que la conversación había acabado, junto con mis ideas sobre que decir para revivirla. Decidí dejarlo para después, quizás todavía no era el momento adecuado.
Horas más tarde, Paulette me escribió:"¿Y? ¿Ya se declararon su amor mutuo?" esbocé una pequeña sonrisa.
"No hay tema de conversación" me quejé con mi amiga. A los segundos ya me encontraba con una respuesta "Podrías intentar con las típicas preguntas cliché. Te diría una, pero no se me ocurre ninguna en este instante."
Puse mi cerebro en marcha. Paulette tenía razón, las preguntas cliché siempre sirven. Mi ampolleta imaginaria se encendió. Tecleé con una sonrisa de oreja a oreja el siguiente mensaje: "Hum, esto es algo vergonzoso, pero Paulette me ha dicho que intenté robarte un beso ayer, no tengo memoria de si eso es verdad y no sé si creerle, pero de todas formas, perdona lo inadecuado".
Dante estaba conectado y me respondió en el acto "¿En serio? No me di cuenta de eso, le voy a preguntar por qué lo cree". 
Me cara se puso pálida y en menos de diez segundos le había mandado este mensaje a Paulette: "Tienes que ayudarme. Le mencioné a Dante que tú me habías dicho qué le intenté robar un beso el día de ayer. Sé que es mentira, solo lo dije para poner un tema de conversación, como dijiste. Por favor, sígueme el juego." 
Pasaban los segundos y sufría de nervios. Me pregunté si había sido lo suficiente clara en el mensaje, y supuse que sí. Pasaron cinco minutos antes de tener una respuesta,—lo cuál es bastante rápido— y sentía que habían pasado cinco años.
"¿Qué?" Eso me dejó claro que Paulette no había comprendido. Le expliqué con más calma y —al parecer— le dijo a Dante lo justo y necesario, para que posteriormente él me respondiera: "No sé que fue lo que vio tu amiga, pero yo no lo sentí así, de hecho estuviste muy amigable. Podríamos juntarnos un día, si te parece." Luego agregó: "Pero esta vez, llega sobria, por favor." Mi sonrisa reflejaba toda la felicidad dentro de mí, no recordaba si alguna vez me había sentido de tal forma con algo tan ordinario.


Decidimos juntarnos una semana después en el parque, dentro de los días que pasaron ya nos habíamos conocido básicamente y confiaba en que los silencios incomodos no se presentaran. Betancourt y Paulette también irían, eso me aseguraba el doble de confianza para interactuar. 
Ese día me levanté a primera hora a desayunar con mi madre. En mi rutina diaria, las comidas son la instancia perfecta para conseguir lo que quiero, o arruinarlo. Desde principios de año mi familia me había sometido a una terapia intensiva con múltiples doctores para controlar un trastorno de conducta alimentaria que se me había presentado; debido a eso, mi independencia y autonomía existían únicamente cuando me alimentaba correctamente.
El desayuno fue milagroso, lamentablemente, horas más tarde no pude comer ni un cuarto de mi almuerzo. Yo pensaba salir sí o sí, sin embargo no podía comer. Y mi madre quería que comiera sí o sí, y no me dejaría salir hasta que el plato quedara vacío.
Hubo una gran disputa, muchas cosas hirientes salieron a la luz y perdí, como siempre. Terminé tumbada en mi cama, pensando en mis amigos... en Dante.
Mi celular comenzó a vibrar, era Betancourt. Tenía que avisarle que no podía ir, no obstante no tenía ánimo para enfrentarme a la realidad. Lo ignoré y las llamadas me bombardearon. Decidí contestar.
—¿Dónde estás?—su voz me dio paz y melancolía, al mismo tiempo.
—N-no puedo ir, lo siento mucho— murmuré como pude para no llorar.— Dale mis saludos a Dante.
—¿Que? ¿Que pasó?— me preguntó.
No quería decirle que había pasado realmente, lo encontraba muy estúpido, y de hecho lo era. Me pareció que mi amigo entendió mi dilema.
—No me digas si no quieres.
—No quiero— jadeé.— Adiós.
—Cuídate, por favor. Y hazle caso a tu mamá— cortó.
Tiré el celular dónde no pudiera verlo y me cubrí con una sábana. No quería llorar. No quería pasar mi vida llorando por las mismas causas, pero al mismo tiempo me sentía incapaz de salir de esa rutina.
Me maldije mentalmente cuándo sentí una lágrima en mi mejilla, y luego muchas más. Grité en silencio hasta quedarme dormida.
La puerta de mi habitación se abrió de golpe y yo salté, literalmente, en el colchón. Mi madre me miraba con preocupación mientras sostenía un vaso con leche y un cheesecake. Inmediatamente me arrepentí de todo lo que había dicho, era una pelea totalmente absurda que no llegaría a ninguna parte. Había una sola solución y la tenía delante mío. Sin decir nada, invité a mi mamá a sentarse mi lado.
Dicen que un gesto o mirada vale más que mil palabras, y no puede ser más verdadero. Estuve comiendo quince minutos junto a mi madre y ninguna de las dos pronunció palabra alguna, y de alguna forma, nuestras mentes se comunicaban sin dificultad alguna. Incluso después, cuando mis amigos tocaron el timbre inesperadamente para venir a verme, ella me autorizó salir con ellos por el sector.
—¿De verdad?— le cuestioné alucinada.
—Te quiero de vuelta a las 8.30pm— me ordenó.
—Muchas gracias, de verdad— le sonreí de oreja a oreja, tomé mi bolso y salí corriendo por el pasillo.
Ni me molesté en disimular mi alegría cuando saludé a mi trío de personas favorito, por no decir que abracé con todas mis fuerzas a Paulette y Betancourt.
—Pensé que se quedarían en el parque— les comenté.
—Lo íbamos a hacer— respondió Paulette.— Luego Dante nos convenció de venir.
Mi mirada se situó repentinamente en el chico. Estaba a unos metros y me sonreía. Me acerqué a él con la intención de darle un fuerte abrazo, lamentablemente ninguno de los dos estaba muy seguro de rodear al otro con sus brazos, así que terminó siendo más incómodo que confortable.
—No me quería quedar viendo a esta indecente pareja tragarse las lenguas— se excusó como si hubiera sido malo convencerlos de venir.
"No me importa cuál es la razón, lo importante es que estás acá" le quería decir, pero nunca faltan esas típicas reglas de adolescentes para no parecer desesperado con la persona que te interesa.
—Bueno...— los miré a todos.— ¿Que tienen en mente?
Nuestra lista de opciones se limitaba a muy pocas cosas. Estábamos muy cerca de mi casa, por lo tanto no podíamos ni fumar ni tomar. No es que nuestra vida se basara en cosas ilícitas, pero de una forma u otra necesitábamos atestar ese incómodo ambiente.
Nos sentamos en el pasto y nos miramos por unos segundos antes de que alguien musitara algo. Y a partir de una frase banal, se generó una amistosa y fluida conversación. 

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