¿Miedo o amor?

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Corta mi experiencia de vida era, no conocía nada del mundo, pero a la vez mi alma abarcaba tanto conocimiento que a mi presente le producía miedo.

Llegué a conocerte cuando más lo necesité, una amistad sin prejuicios, sin egoísmos. Eramos unos niños con la inocencia marcada en nosotros, pero aún así eso no impidió que tú despertaras una emoción que era, hasta ese momento, desconocida para mí.

¿Cómo podría estar segura de que no conocía aquella emoción? No lo estaba, pero algo dentro de mí me gritaba que lo que estaba creciendo en mi interior no era simple amistad. Lo sabía, te adoraba, y apreciaba cada día que compartía a tu lado. Tu forma de sonreír, tu mirada alegre, las risas, los juegos, todo lo que llegamos a compartir y lo que llegué a conocer de ti, alimentó mis sentimiento.

No tengo claro todos mis recuerdos, son borrosos, como gran parte de todo lo que conforma mi vida hasta ahora, pero de algo de lo que he estado segura hasta éste momento, es que cada recuerdo cobra vida y sentido cuando yo soy capaz de sentir amor. Así que ahora después de tantos años puedo asegurar que aquel sentimiento era eso, amor.

Amor, una palabra tan grande, fuerte y desconocida para una niña de siete años. No conocía esa palabra, a pesar del cariño de mis padres y familiares me era imposible reconocer algo que no había sido expresado en palabras sinceras hacia mí. Así que yo había vivido sin saber lo que era amar, lo que aquel sentimiento significa para alguien como yo.

Cuando mi consciencia tuvo razón de que aquel sentimiento no era simple amistad, me di cuenta que estaba mal en mí sentir eso. No tenía derecho a sentirme atraída emocionalmente, y menos de aquel inocente niño que me había dado una sincera amistad, no podía quebrantar esa inocencia con un sentimiento que estaba segura no debía tener, y menos a alguien que era varios años menor que yo.

Entonces tuve miedo; todo mi ser me gritaba y suplicaba para alejarme de ti. No podía permitirme un solo segundo más a tu lado al saber que aquel sentimiento crecía y me quitaba la alegría y la tranquilidad de la que alguna vez fui dueña. Me alejé, borré mi presencia y me recluí en la soledad que podía darme la vida, lo hice por ti, lo hice para no dañarte, lo hice por miedo y lo hice para ya no sentir tampoco el dolor y frustración que crecía cada día más en mí.

Y así, con el tiempo aquel sentimiento se fue petrificando en mi interior, siendo enterrado bajo el dolor, odio, rabia y frustración que las demás personas producían sobre mí. Tú eras mi única salvación, pero tenía miedo —y sigo teniéndola— no sólo de lo que sentía, sino también de lo que tú no sintieras, porque algo dentro de mí me decía que nunca llegarías a verme como yo lo hacía.

Para mi amor del pasado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora