Ira

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—Buff—bufó apenas pegó el último pedazo de cabello. Después admiró como una especie de Domo morado oscuro con unos cuantos símbolos de colores se formaba al rededor de la cabaña que antes era su hogar, y que de cierta manera lo volvería a ser.—Con esto termino el hechizo del cabello de unicornio...—exclamó. Sinceramente se le hacía algo extraño hacer estas cosas en medio de la madrigada. Pero se había despertado de repente y no se resistió a hacerlo. Había soñado con Bill Cipher, había recordado lo que le había pasado, como había confiado en él y solo lo había usado como si de una marioneta se tratase. Suspiró.—Tendré que advertirles a los niños más tarde sobre él. Esto no será fácil.—se dijo a sí mismo.—También a Stan y a... Ese chico Bill—murmuró.—Tiene demasiado parecido con Bill Cipher como para ser una coincidencia, incluso con un nombre homólogo. Pero... Incluso actúa parecido, con bromas absurdas, algo de sadismo y... Despreocupación, tengo que comprobarlo, tengo que ver si no pasa la barrera. Eso quiere decir de que si él es Cipher...—reflexionó mentalmente con los ojos cerrados. De repente los abrió mientras tenía una revelación.— ¡La cabaña se quedó con ese dominio adentro! ¡Tengo que sacar a Dipper de allí!—exclamó alarmado recordado que el supuesto demonio se quedaba allí.

Rápidamente tomó cartas en el asunto y se apresuró a sacar su arma del bolsillo por precaución. Corrió hacia el interior del desgastado edificio. Y subió las escaleras a toda velocidad. Con suerte no despertaría a nadie. Cuando llegó al cuarto, abrió la puerta sin importarle las consecuencias.

La sorpresa que se llevó al encontrar el cuarto vacío fue una de las mayores de toda su vida. Cualquier cantidad de teorías se formó en su cabeza. Golpeó la pared con algo de fuerza. Pero esto causó algo peculiar, una pequeña hoja con algo escrito pasó por su campo de vista y se posó en el suelo de la vacía habitación. Leyó el título. "¿Quién es Bill Cipher?"

Inmediatamente agarró aquella hoja.

—Pero que es esto...—Se preguntó Ford. —"No sé porque, pero ese nombre se me hace muy familiar, le pregunte a Dipper sobre él y solo le causa escalofríos, dice que es un ser muy extraño que los ha atacado en dos ocaciones, pero lo han derrotado, él y su hermana. Esto es muy extraño, desde que empecé a leer ese diario de Dipper las cosas solo se me hacen más confusas. Es como si quisiera hacer algo de lo que me dijo Dipper que Cipher hizo, pero a la vez no. Bueno, quizás si me vengo de los enanos que nos atacaron tal vez las cosas se me aclaren."—leyó mentalmente. Se quedó confundido como tú lo estás ahora mismo querido lector.—¿Escribió sobre sus sentimientos? ¿Por qué? Además, ¿enanos? ¿Acaso se fue con Dipper a buscarlos?—suspiró. Demasiadas preguntas sin repuesta. Podía ir a buscarlos o esperar. Solo tenía esas dos opciones, ni más ni menos. Tomó lo que más le convenía.—Si a las 8:00 Am no han vuelto, tendré que ir a buscarlos, mientras tanto tendré que prepararme para la llegada de... Ese chico.

Miró la hora del reloj. 4:30 Am. Sería una larga espera.

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Y entonces trató de agarrarlo, es más, logró tocarlo por un momento, estaba hecho de piedra. Estaba petrificado. Abrió su boca de asombro. No lo podía creer. ¿Por qué de un momento a otro Pino se había hecho de esa manera? Pero, la peor parte fue, irremediablemente, cuando una extraña criatura se acerca y eleva a nuestro querido amigo Pines.

Ni por un segundo dudó perseguir a aquella criatura que le había robado a la estatua de su querido y amado Pino. A pesar de todo, se apresuró a ponerse de pie y tratar de que aquel ojo enorme con alas de murciélago no se llevará al chico ahora convertido en piedra. Pero fue en vano. Antes de que se diera cuenta esa horrible criatura se había llevado a su mejor amigo.

Pero también, él se había envuelto en ira.

A una velocidad media, él ojo enorme esquivaba los árboles y avanzaba hacia su objetivo, una cueva en la montaña, esa a la que Dipper visitó un par de ocaciones desde el incidente con los Hombres Tauro. Pero poco a poco, empezaba a sentir que algo le perseguía. Se empezó a angustiar. Su instinto le decía que algo se le estaba acercando peligrosamente. Pero no podía abandonar. Debía terminar su trabajo.

Aleluya. Llegó a la cueva. Se apresuró a entrar. Se suponía que se abriría un portal dimensional y tendría que entrar allí. Solo tenía que entregarle el humano a su amo. Para entonces su trabajo estaría terminado.

Pero no contó con que a mitad de la cueva le atacaran.

El golpe fue demoledor. Directo en su ala. Dejó al humano caer y el también tuvo el mismo destino. El golpe fue estrepitoso. No dudó, tenía que terminar su trabajo. Pero entonces vio y sintió al puño envuelto en llamas que lo golpeó. Volvió a caer antes de poder siquiera alzarse en vuelo una vez más. Y entonces, una voz gruesa, enojada y sobre todo terrorífica se alzó por los aires.

—¡¿Cómo te has atrevido a hacerle daño?!—gritó. Se acercó. Estaba envuelto en rabia, cegado por el enojo, y sobre todo, con llamas en sus manos. Casi parecía echar chispas por los ojos. Pero de las cosas más extrañas que tenía eran sus  pupilas blancas y agudas que resaltan entre un fondo negro. Daba miedo, mucho miedo. Daba puñetazos a diestra y siniestra. No tenía piedad, de ninguna manera. No lo perdonaría nunca por haber hecho a Dipper de aquella manera, no a su Pino.

Fue entonces cuando el ojo salió volando, tuvo un descanso de aquella imparable rabia. Logró arrastrarse hasta un pequeño hueco, escarbó , entró en el, se volteó y bloqueó el paso. Quizás no tenía escapatoria, pero podría ocultarse. Sin embargo, aquel chico de pelos rojos estaba tratando de alcanzarle, sin importar las rocas, quería vengarse. No permitiría que las cosas se quedaran así. Nadie dañada a su Pino, ¡nadie se atrevía a dañar a Dipper!

Pero entonces escapó. Había conseguido seguir con el túnel a toda velocidad y llegó hasta el otro lado. Antes de pensarlo siquiera salió huyendo despavorido. Tanto miedo le había inculcado aquel extraño, que ni siquiera se atrevería a verlo a la cara ni una vez más.

—¡VUELVE AQUÍ COBARDE!—gritó con todas sus fuerzas.—¡No he terminado contigo maldito ojo endemoniado!—golpeó la roca un par de veces más. No consiguió absolutamente nada. Solo descargaba su ira sobre aquellas enormes rocas. Paró a respirar fuertemente. Una de esas que poco o nada hacía.

Y entonces volvió en sí.

—¡Dipper!—fue lo primero que pensó y lo primero que exclamó. Volviendo a la normalidad de todo su enojo, se fue a donde había caído la estatua de él. Estaba caída, pero no le importó y la levantó de allí.—D... Dipper...—miró a aquella figura inerte y completamente solitaria. No pudo evitarlo de ningún modo. —No me dejes...

Fue entonces cuando él se dio cuenta de que la lágrima más dolorosa de todas, había salido de su cuerpo y ahora estaba justamente en su mejilla.

Marioneta (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora