Capitulo III

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Mansión Cabello

-Entiendo, confiaré en ti hija mía, el bien de nuestros habitantes está en tus manos -asiente el líder Cabello ocultando la tristeza que le causa el estar separado de su pequeña por tanto tiempo.

-Gracias padre, iré a prepararme pero antes -la princesa se acerca a su padre y toma sus manos mientras en sus facciones se aprecia el cariño - ¿Hay noticias de mamá y mis hermanos?

-Sí, tu madre te envía muchos besos y tus hermanos, muchos abrazos. Ellos llegarán en una semana, supongo que se pondrán un poco tristes al no encontrarte -informa un poco cabizbajo el patriarca y su hija asiente y lo mira con ternura hasta que se acerca a abrazarlo.

-Los extrañaré mucho y parece que tendré que esperar más para volver a verlos -se notaba que la tristeza también afectaba a la joven castaña y acompañaba a su padre en su melancolía -Ellos también están buscando ayudar al estado y lo entiendo, no debo ponerme así... no debemos -le sonríe a su padre y este asiente orgulloso de la fortaleza y entendimiento de su hija.

-Así es, ahora mi pequeña ve a descansar que mañana te espera un largo viaje -pide el padre y su hija hace caso despidiéndose de nuevo y caminando hacia su cuarto.

Una vez ahí alistó sus cosas, llevaba poco en realidad pero según ella no necesitaba más, con unas pocas mudas y un collar en forma de dragón, que era símbolo del clan Cabello, dio por terminados sus arreglos y procedió a cambiar su vestimenta por una ropa de dormir para dejarse llevar, sin reparos, por los brazos de Morfeo.

Al día siguiente, muy de mañana, mandó a que sus cosas estén alistadas en su yegua mientras ella iba hacia la habitación de su padre a despedirse.

-Buenos días padre -saludaba mientras se acercaba hacia los aposentos del líder quien permanecía sentado y aún arropado pero con una expresión decaída.

-Buenos días hija mía, rogaré porque llegues sin problema a tus destino y ahí puedas lograr todos tus objetivos -dicho esto su hija se acercó para abrazarlo y dejar un beso en su mejilla.

-Daré lo mejor de mí, por favor cuídate mucho y dales muchos besos y abrazos a mamá y mis hermanos cuando lleguen -se alejaba lentamente de su padre regalándole una hermosa sonrisa antes de dar vuelta y dirigirse hacia los establos donde su yegua y su escolta esperaban listos para partir.

La princesa montó con elegancia y empezó su travesía.

Ya a cierta distancia de su hogar, regresó la vista y le regalo una última mirada cargada de nostalgia y decisión.

Y así pasaron los tres días más cansados de su existencia, entre el viaje a caballo y las acampadas al aire libre. El anterior viaje no lo sintió tanto debido a que lo realizó en un carruaje, ahora no lo dispuso así porque según ella sería mucha molestia para el pobre conductor que tenía que regresar enseguida ya que no figuraba para nada en el acuerdo.

Llegó a la mansión Hansen, donde vivía la responsable de la desconcertante idea de paz, a la hora del almuerzo y al que ella asistió con mucho gusto debido al hambre que tenía.

-Su alteza, sea bienvenida al hogar Hansen, la escoltaremos a su habitación y acomodaremos sus cosas -daba la bienvenida un mayordomo alto y robusto de tez morena y pelo claro mientras daba una protocolaria reverencia hacia la princesa que agradecía las atenciones dadas.

Recorrieron pasillos y subieron escaleras hasta llegar a un pasillo con tres puertas, una de color chocolate con adornos de oro, otra de color negro con decoraciones de rubí y en frente de esta, la última puerta, de color blanco y sus adornos eran de zafiro. El alto mayordomo la guió hacia esta última.

El Amor En Tiempos De Guerra (Camren) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora