Desde pequeños a los hombres nos enseñaron a ser caballeros y respetuosos con nuestros pares, pero por sobre todo con las mujeres, a quienes debemos tratar como "princesas". Por ende, hemos crecido sabiendo que debemos hacer cualquier cosa para que sean felices. Pero los plebeyos tenemos ciertos límites y nuestra paciencia definitivamente hay veces que se agota cuando ellas abusan. Nosotros solo les pedimos que mantengan la casa limpia, nos cocinen rico y que nos dejen ver fútbol tranquilos, entonces, ¿por qué ustedes nos piden tantos favores? (Desde ya quiero aclarar, para las mal pensadas o las que llevan todo al doble sentido, que cuando me refiero a favores, no está incluido el sexo).
La mujer tiene esa manía o maldita costumbre de necesitar "pedirlo todo", incluso en la cotidianidad. Por ejemplo, cuando después de ducharse se viste en la habitación y empieza: "¡Amooor tráeme el secador!",mientras uno está concentrado viendo un buen partido, un reportaje interesante o una película. Y para evitar seguir escuchando esos gritos que nos emputecen, allá parte uno, en busca del aparato. Cuando estamos llegando de vuelta...: "¡Mi vidaaaa, tráeme la crema que dejé en el mueble!" Y ahí parte el gil. No pasan dos segundos de salir del baño -por segunda vez-, cuando oímos: "¡Gordooo, la ropa que tengo frío!" A estas alturas la rabia ya se apoderó de nuestro cuerpo, y nos perdimos los goles del partido, lo más importante del reportaje o el final de la película. Y las perlas tienen el descaro de reclamar, porque llegamos con mala cara a dejar todas las cosas, diciendo "¡uy la carita!, si era un favor no más..."
Si queremos que nos cocinen rico, nos reprochan "¡mínimo vayan al supermercado o a la feria!" Y ahí estamos, no de macabeos, sino de obedientes que somos, agarrando la extensa lista camino al "super". Y en eso andamos cuando recibimos unas cuantas llamadas, "¡Amor recuerda que el arroz debe ser pregraneado!"; – Sí amor-; "¡La leche sin lactosa!" –Sí, mi vida-; "¡La pechuga de pollo deshuesada!" – Ya, amorcito-; "¡Los tomates no muy verdes... pero tampoco muy rojos!" –Buenooo-; "¡La lechuga debe ser milanesa no escarola!" –OK-. Y cuando tenemos todo listo para pagar, curiosamente vuelven a llamar, como si tuvieran un GPS o una alarma que les avisa que ya nos vamos: "¡Amorcito se me olvidó una cosa en la lista!... ¡Sal, un tarro de atún, un tarro de duraznos, pan, fruta para la colación de los niños, etc.!" Y nuevamente el paseo. El problema es que siempre cuando volvemos a casa, más cargado que cartero delviejo pascuero, tienen la caradurez de además pedirnos que controlemos la cocina mientras ellas hacen otra cosa "para que no se queme el almuerzo". ¡Dios mío dame paciencia!
Lo mismo cuando tenemos que comprarle un regalo o llevarles alguna "atención" si vamos de visita a la casa de la polola, o de alguna amiga. "¿Qué te llevo?"; "Cualquier cosa"... ¡Cómo podemos saber nosotros los hombres que significa "cualquier cosa"! Puesto que eso jamás es "cualquier cosa", y si no llegas con ESA "cualquier cosa" que justamente ellas estaban esperando ... no te lo perdonan ¡jamás!
Entonces mujeres, ¡no nos jodan más con sus "favorcitos"! Ustedes podrían hacerlos sin ningún problema. Solo déjennos hacer las cosas, para las cuales somos buenos, como ver y jugar futbol, comer, hacer el amor y dormir... y todos felices. ¿Les parece?
Eso, Chao.
Por SEBASTIÁN CASTILLO VERDUGO / @Sebastian_ACV
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Relatos de un hombre Curioso
HumorA toda aquella mujer, que tenga buen sentido del humor y le guste reírse de ella misma. A la Arañita que me ayudo. A Dios. A todos los que tienen buen sentido del humor y le gusta reir. Prologo: Disponible Nota: Espero no amanecer flotando en el Ma...