Soy libre

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Julieta no era una princesa cuando dormía.

Estuve toda la noche despierta escuchando sus ronquidos y sus interminables cambios de posiciones. Y cuando al fin logré conciliar el sueño, fui despertada abruptamente a causa del peso de una persona aplastando mi cuerpo.

Lo gracioso era que, a pesar de haber caído encima de mí, Julieta continó durmiendo como un bebé. La idea de buscar un cuchillo y hacer realidad mis fantasías de asesinarla —sacando provecho de su sueño pesado— se me vino a la mente, pero me limité a emplear mis fuerzas para levantarla y devolverla a la cama. Lo hice sin ninguna sutileza, pero esto tampoco logró perturbar su sueño.

Me quedé dormida a eso de las cinco de la madrugada —dando por hecho que no iría a la escuela aquella mañana— pero la alarma de mi reloj de Minnie Mouse me despertó nuevamente, una hora más tarde.

Estiré mi brazo a ciegas palpando el aire, buscando la superficie de la cómoda. Entonces recordé que estaba durmiendo en el suelo, y no en mi cama.

—Qué idiota... —murmuré con voz ronca, y me incorporé perezosamente— Julieta, apaga la puta alarma.

Me froté los ojos y, al abrirlos finalmente, me di cuenta de que le había hablado a la nada. Julieta no estaba en la cama.

La busqué por toda la casa. Realmente, Julieta se había ido.

—¡SE FUE —grité, arrodillándome en medio de la sala con los puños levantados en pose de triunfo—, SOY LIBRE!

 —¿Qué haces? —preguntó la voz desconcertada de mi madre detrás de mí.

—Nada —le contesté sonriendo estúpidamente y poniéndome en pie. ¡SE HABÍA IDO, AL FIN! ¡YA NO TENDRÍA QUE SEGUIR AGUANTÁNDOLA!

—¿En dónde está tu amiga? —volvió a preguntar.

—Se marchó —el alivio que me invadía me impidió percatarme del peligroso hincapié que mi madre le había puesto a la palabra "amiga".

—¿No van juntas a la escuela?

—Eh...no —mi felicidad se transformó en duda. ¿Por qué mamá me miraba así?—. Ella tenía algo que hacer... —dije, al no encontrar una excusa mejor para explicar que Julieta se hubiera marchado tan temprano.

Me hizo una seña para que la siguiera, y fue a la cocina. Supe que tendríamos una charla, y que me lo había advertido con la mirada la noche anterior.

Nos sentamos una en cada extremo de la mesa.

—Gabriela, sabes que puedes contarme lo que sea —comenzó a decir, hablando seria.

— Emmm... —entrecerré los ojos, buscándole sentido a lo que me decía— Sí, claro. Lo sé.

—Bueno....con respecto a tu "amiga" —descubrí la insinuación escondida en el tono de voz de mi madre. Ahora lo entendía, el por qué me miraba así— Julieta...ella es muy bonita, ¿verdad?

—Supongo —me encogí de hombros. No era tan estúpida como para no darme cuenta de a dónde quería llegar. La miré fijo, desafiándola a hacer la verdadera pregunta por la que me trajo hasta allí. ¿Por qué no lo decía, y ya?

—¿Eres lesbiana? —soltó, cuando terminó de dudar.

— ¡SABÍA QUE DIRÍAS ESO! —me levanté de la mesa, volcando la silla en el proceso.

—Siéntate, Gabriela —le sorprendió que me alterara tanto. Creyó que no me costaría admitirlo— ¡Aún no hemos terminado de hablar!

—¡No hace falta, mamá! —gruñí, con la cara roja. No me molestó que mi madre me preguntara (esperé durante mucho tiempo que lo hiciera, de hecho), me molestaba la persona en cuestión por la que había decidido preguntármelo finalmente— ¡NO ESTOY ENAMORADA DE JULIETA!

VOY A MATARTE (Tema lésbico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora