Tiene que ser una broma

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Dejé caer mi cuerpo en el sofá estirando los brazos y las piernas, muerta del cansancio. El olor del hogar. La dulce calidez del pueblo.

Samara no me dejó descansar. Insistió para que fuéramos a su casa ya mismo y le dijéramos a sus padres sobre nuestra relación. Quise negarme, pero ella no quería perder ni un segundo más de tiempo sin decírselos.

—¿Estás bien? —hacía mucho calor aquel día, pero no tanto como para hacerme sudar como lo estaba haciendo— Estás sudando...

—Sí, estoy bien. Pero... —me sequé el sudor de la frente— Sabes que esto es una pésima idea, ¿no?

—¿Por qué lo dices?

Recordaba haberle dicho que no me importaba lo que pensara la gente. Sin embargo, ya no podía negarle que me asustaba la idea de que los padres de Samara no opinaran lo que esperábamos. ¿Y qué tal si no lo aceptaban? 

—No me importa si lo aceptan o no —afirmó Samara, cargada de valentía—. Estoy harta de que tengamos que escondernos.

Me agarró la mano y la apretó con fuerza, dándome a entender que mientras estuviéramos juntas no había nada a qué temerle.

—Está bien —me moví como luchador de boxeo preparándose para una pelea—. Vamos a decírselos.

Luego de plantarme un cariñoso beso en la mejilla Samara abrió la puerta y me arrastró dentro de la casa. 

A los doce años lo habría dado todo por entrar en esa casa. Y ahora, con dieciséis años, sólo pensaba en salir huyendo de ella.

                                                                               .....

La decoración había cambiado mucho con los años, pero todavía podían percibirse las mariposas sutilmente en detalles como el que tenía el plato donde nos sirvieron pastel. 

Sus padres me recibieron como a una hija a la que no habían visto en años. Me bombardearon con preguntas sobre mi vida en la ciudad.

Les hablé de los nuevos amigos que había hecho, y resultó que estaban muy bien enterados de la existencia de Julieta. Preferí no comentar nada sobre ese tema.

—¿Y qué tal? —dijo la madre, sonriendo pícaramente— ¿Ya ligaste con un chico de la ciudad?

—Es eso —Samara creó una barrera con el brazo impidiéndome responder, poniéndome los pelos de punta— de lo que queremos hablarles.

Deseé que la tierra me tragara. No podía mirarlos a la cara sin pensar que ya no volverían a verme como su segunda hija.

Samara decidió ir directo al grano. La bomba explotó.

—Gaby y yo somos pareja, y nos amamos.

Cerré los ojos con fuerza esperando que el chorro de agua bendita me diera de lleno en la cara. Lo único que la madre de Samara tiró fue el plato de porcelana que sostenía en la mano. Lo soltó sin quererlo.

Su padre se echó a reír.

—¡JAJAJA, CASI ME LA CREO! —creyó que Samara les estaba tomando el pelo— ¡QUÉ OCURRENTES SON, CHICAS!

Comprendió que no era ninguna broma viendo la seriedad en nuestras caras, y guardó silencio.

La mujer se levantó de su asiento, nos lanzó una mirada cargada de decepción y de angustia y  se marchó al dormitorio sin decirnos nada, dejando los pedazos del plato roto desparramados en el suelo. El hombre la siguió.

VOY A MATARTE (Tema lésbico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora