Me importas.

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— ¿Qué dijiste? —mi madre creyó que había oído mal cuando una de sus compañeras de trabajo le pasó el chisme de que la hija de Roberto Hernández había desparecido el día de ayer en horario de clases, y que habían rumores de que la escuela sería demandada.

—Julieta, la hija de Roberto Hernández —aclaró la mujer, hablando con tono de misterio—. Salió un minuto del aula para ir al baño, y desapareció.

—Pero....eso no puede ser posible —¿cómo podía estar desaparecida, si había dormido en nuestro departamento?—. Es amiga de mi hija, y ayer tuvieron una pijamada.

La mujer se ahogó con el café y tosió, sorprendiéndose de que mi madre pudiera bromear hasta con cosas tan serias como la desaparición de una chica, que además era la hija del hombre más rico de la ciudad.

—Muy graciosa.

— ¡No es un chiste! —aseguró mi madre, que por muchas vueltas que le diera no lograba comprender de dónde había sacado su amiga que Julieta estaba desaparecida—. Puedo jurar que ayer estuvo en mi departamento.

Y se marchó de la oficina convencida de que su compañera estaba en un error, y que ella estaba en la razón al no creer que era la misma Julieta la que estaba desaparecida. Lo estuvo hasta que llegó al departamento y encendió el televisor.

Pero no hubo nada que pudiera hacer, porque mientras ella me llamaba como una loca para preguntarme si sabía lo que estaban diciendo en las noticias y que si yo tenía algo que ver, yo me estaba subiendo a un autobús, y ya le había enviado un mensaje informándole que tenía algo muy importante que hacer después de clases y que llegaría tarde a la casa.

Julia me contó que Julieta era su mejor amiga de la infancia, y que las dos habían sido inseparables durante muchos años. Dudé de la veracidad de ese hecho, pero antes de que pudiera preguntarle nada comenzó a darme indicaciones detalladas sobre cómo llegar a algún lugar en el sur de la ciudad, aunque no me dijo qué me encontraría allí.

No lo pensé demasiado, y tomé los autobuses que eran necesarios para llegar al destino que me había señalado. Yo no pensaba mucho las cosas, actuaba en base a corazonadas, y en ese momento tenía la corazonada de que Julia estaba en lo cierto al pensar que Julieta estaría escondida ahí. Ciertamente también me inquietaba la posibilidad de que todo fuese una tomadura de pelo de Julia, pero no perdía nada en intentarlo.

Mi teoría de que todo era una tomadura de pelo se hizo más fuerte cuando me bajé en un vecindario común y corriente, similar a donde yo vivía en el pueblo, y no muy lejos de la parada avisté una casa —que por su aspecto deduje que había sido abandonada hace tiempo—, frente al bosque que Julia me había descrito.

Era una casa abandonada. Genial. ¡Media hora viajando en autobús para nada! Saqué mi celular de mi bolsillo ignorando el registro de llamadas perdidas de mi madre, lista para enviarle a Julia un mensaje de voz de cinco minutos enteros dedicándole mis mejores maldiciones, pero el aparato se apagó rotundamente. ¡Doblemente genial! ¿Y ahora cómo llamaría a un taxi?

La ausencia del típico barullo de la ciudad urbana y el canto de los pájaros le dio espacio a mis pensamientos, y me surgió la interrogante de por qué Julieta había elegido esconderse en mi departamento, y no en cualquier otro sitio. ¿Por qué yo?

Me sorprendía su capacidad de escabullimiento, a pesar de su condición de "celebridad" —al ser la hija de un hombre rico—. Todo el mundo sabía quién era su padre, y todo el mundo sabía quién era ella. ¿Cómo había sido capaz de esquivar a todas las patrullas de policía que deambulaban por las calles de la ciudad, buscándola? En fin, era un misterio. Julieta era todo un misterio.

VOY A MATARTE (Tema lésbico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora