Capítulo 3

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Pasamos la mañana hablando sobre muchas cosas. Sobre el cáncer, la vida, el hospital. Nunca le había visto por aquí porque él vivía en Barcelona, pero cuando hace un año le dijeron que su cáncer nunca tendría cura sus padres decidieron mudarse a Madrid, donde viven sus abuelos. Según nos vamos conociendo me doy cuenta de todas las cosas que tenemos en común, como que vivió la mayor parte de su vida en un hospital o que hasta hace poco estaba tan deprimido que ni salía de su casa. Hasta que empezó a venir aquí y recuperó las ganas de vivir.

-¿Aquí? ¿Qué tiene esto de diferente? -pregunto señalando la sala.

-¿No lo entiendes? Posiblemente a estos niños les quede menos tiempo de vida que a ti o que a mí, y mira lo felices que son.

No respondo porque sé que tiene razón. Que deberíamos seguir ejemplo de ellos. Y sé que puedo intentarlo, pero no sé si seré capaz. ¿Tan díficil es entender que no quiero morir?

-¿Y a ti que te ha traído aquí? -me pregunta.

Empiezo a relatarle toda mi historia. Que he decidido pasar de la quimioterapia, que no sé como empezar a vivir, que llevo toda mi vida en el hospital... Y termino contándole la historia de la lista de las que cosas que tengo que hacer antes de morir y que esta es una de ellas.

-Según lo que me has contado si vas con el ánimo que llevas siempre no creo que hagas ni la mitad. Pero si recuperas las ganas de vivir, te aseguro que cumplirás muchas.

-No te preocupes, no estarás para verlo -rápidamente me arrepiento de decirlo. Suena como si fuese a estar muerto.

-Lo siento. Me siento responsable de hacer que las cumplas -responde seriamente-. Dime tú número de móvil.

-Nos acabamos de conocer. No pienso darte mi número de teléfono.

Aunque eso es lo que digo no puedo negar que me encantaría dárselo y seguir hablando con él. Que tenga cáncer no quiere decir que no tenga hormonas femeninas. Pero no tengo móvil. Nunca lo he necesitado, y si lo digo quedaré como una tonta.

-Venga ya. Tú te vas a morir dentro de un año. Yo dentro de un año y pico. Normalmente esperaría a conocerte mejor para pedírtelo, pero no tenemos tiempo. 

¿Por qué es tan mono y encantador? Le daría el móvil de mi hermano, pero no quiero arriesgarme. Pero si le digo que no tengo móvil, posiblemente ni siquiera me llame o lo que quiera que vaya a hacer con mi número. Pero tampoco le voy a mentir...

-No tengo móvil -digo con voz muy cortante esperando a que se ría, o que parezca sorprendido, o molesto.

-Pues dame tu teléfono fijo, pero algo con lo que pueda contactarte -dice simplemente-. Yo tampoco tuve móvil hasta que salí del hospital.

Otra cosa en la que me comprende. Presiento que Víctor, Nacho y yo vamos a ser buenos amigos. Aunque yo incluso me conformaría con un simple "amigos".

Emerjo la cabeza del agua a la misma vez que doy una gran bocanada de aire. Hacía mucho que no me bañana en una piscina y lo echaba de menos. Mi madre me advirtió que no debería, debido a mi pierna, pero me siento genial. Aunque sólo sea mojarme, pero no podía evitarlo. Salgo de la piscina torpemente y me arropo con la toalla. 

Me siento en el bordillo de la piscina aprovechando los últimos momentos de la tarde, contemplando el cielo anaranjado. No puedo dejar de pensar en lo que Víctor ha dicho esta mañana. Tengo que hacer como los niños, aprovechar los últimos momentos de mi vida lo mejor que puedo. No volveré a ser cortante, ni me encerraré en mi habitación depresiva, por mucho que los pensamientos sobre la muerte me atormenten. Sobre todo si quiero hacer todas las cosas que me he propuesto.

-¡BOOOOMBAAAAA! -grita alguien a la misma vez que se tira a la piscina encogido como una bola y saca la mitad del agua que hay en la piscina, que cae en mí.

Podría haber gritado. Podría haberme enfadado. Podría haberme ido corriendo a mi habitación. Pero simplemente me quedo donde estoy, arropada con una mojada toalla y sonrío a mi hermano pequeño.

-¡Hola! ¡Qué calor tenía! -me dice dando saltitos en el agua.

-Yo no... Pero ya que me has mojado casi entera, es hora de vengarme -respondo mientras suelto la toalla y me meto poco a poco en la piscina. Yo no puedo permitirme el lujo de tirarme.

-¡No! ¡No! -grita él divertido.

Después de perseguirle un rato con el objetivo de hacerle una aguadilla le cojo por el pie y le acerco hasta a mí. Aunque ha crecido y pronto será más alto que yo, aún puedo con él y le hago una aguadilla y después otra. 

Poco después estamos los dos flotando en el agua como cadáveres, tan sólo mirando al cielo que cada vez es más oscuro. Se respira una tranquilidad que nunca conseguía en el hospital. Me siento bien.

-Me ha gustado la Cristina de hoy. Pocas veces te he visto tan animada.

Sonrío y cierro los ojos.

-A mí también me ha gustado.

Ninguno habla. Pero Tomás, que pocas veces puede quedarse callado, rompe el silencio:

-No quiero que te mueras. ¿Por qué no sigues con la quimio? Por favor... Todavía hay esperanza. Por favor.

Otra vez sacando el tema. Es mi decisión y punto. Ya lo discutí mucho con mis padres. ¿No entienden que dos años dentro de un hospital no van a hacerme más feliz? Pero un año fuera sí que me hará sentir feliz, y viva. Se lo explico.

 -Es tu vida. Lo bueno no sería que te diesen la quimioterapia. Lo bueno sería que no tuvieses este puto cáncer -responde con rabia. Sale de la piscina. Se va.

¿De verdad mi hermanito pequeño ha dicho "puto"?

Before we dieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora