•Tres•

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Madison.

  Habíamos llegado del instituto agotadas, y más por el hecho de haber conocido a ese par de idiotas, por lo que subimos al departamento de Emma y nos quedamos en su habitación buscando bromas para llevar a cabo en un futuro cercano,– demasiado cercano diría yo– y averiguando por un estuche de tientes que habíamos visto en internet.

  Nada que una adolescente hormonal haría. Cualquiera de nuestro colegio podía tranquilamente gastar su tiempo viendo fotos de famosos, pero con Emma no; nos gustaba aprovechar nuestro tiempo y, que mejor manera de hacerlo, que preparando bromas. Muchas de ellas podrían tener como objetivo a los dos nuevos mujeriegos de cabellos brillantes y sonrisa perfecta. Aunque esos chicos tengan su lado atractivo, eso no quitaba que fueran unos engreídos de primera.

  —Madison, ¿Por qué no vamos averiguando lo que tenemos que investigar? Digo, así esto se termina cuanto antes—me dijo Emma tirando su cuaderno de dibujos a un lado de la cama mientras agarraba la notebook.

  —Sí, creo que es lo mejor. Pero antes tengo una pregunta sumamente existencial en mi cabeza—dije tecleando algo rápidamente en la computadora de escritorio—. ¿Qué opinas sobre los chicos nuevos?—la miré seria.

  —Resumiendo todo lo que creo de ellos: estúpidos—respondió divertida—. Tu turno.

  —Opino que estoy totalmente de acuerdo con tu respuesta—Emma rió por mi confusa frase—. Bueno, ya respondiste mi pregunta existencial—dije sonriendo—. ¿Empezamos?—Emma comenzó a buscar las hojas para que todo sea más rápido.

  Pasamos una hora buscando información para el estúpido trabajo. Por suerte, tenía a Emma; eso era lo bueno de la profesora de historia, que decía que los grupos se armaban respecto a como nos sentábamos, y no había día que no me sentara junto a ella.

  Emma tenía algo así como un don intelectual, siempre tenía grandes ideas, ya sea tanto para bromas o para el colegio, mientras yo era la de las cuentas matemáticas. A la vez, ambas tomábamos una parte muy importante porque no podíamos ejecutar un plan sin la ayuda de la otra. A Em se le aparecía una idea y yo usaba mis conocimientos matemáticos para calcular cuánto tiempo requeriría y qué cantidad de elementos necesitamos. Estaba de más agregar que, por más que seamos como dos libros abiertos, eso no quitaba el lado divertido a las cosas.

  Habíamos planeado un micro-robot a control remoto para grabar a una chica que siempre nos causaba problemas. Habíamos puesto tinte líquido dentro de la torta de cumpleaños de un compañero de clases– que casualmente es igual de hueco que los dos prostitutos que ingresaron al colegio– y colocado un explosivo, también dentro, por lo que cuando la hicimos explotar, todos terminaron con el cabello teñido de rojo sangre. Incluso habíamos puesto espejos por todo el instituto para que todos se golpeen. Fue como un laberinto de reflejos.

  Estábamos concentradas- a nuestra manera- cuando nuestros celular comenzaron a vibrar.

  Número desconocido: "Hola, hermosa :)"

  Fruncí el ceño para Em e intercambiamos celulares viendo que en ambos tenían el mismo texto, pero sin la menor duda, el número era diferente.

  Ambos teléfonos vibraron nuevamente.

  —¿Qué es este grupo?—me preguntó Emma mostrándome el grupo por la aplicación whatsapp.

  —No sé, a mi también me metieron—dije algo confundida.

  “Número desconocido 1: Hola preciosas ;)”– 15:16 hs.

  “Número desconocido 2: Hola preciosas ;)”– 15:16 hs.

Dos idiotas problemáticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora