Capítulo 1 | Negro

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17 de abril del 2016

Sus hermosos ojos se empezaron a cerrar.

Sus labios empezaron a perder color.

Su cuerpo empezó a perder fuerza.

El ruido de la ambulancia se empezó a sentir cada vez más cerca.

En mis brazos estaba la chica que amaba, que me hacia suspirar ¿Cómo tanto tiempo me costo darme cuenta? Tenia la perfección misma en mis brazos y no me había percatado. Y es que el amor había llegado de golpe, tan rápido, casi ignorado. 

Si no hubiera gritado su nombre nada de esto habría pasado. Pero es que deseaba volver a tenerla en mis brazos como si siempre me hubiera pertenecido. Aunque yo siempre siendo un idiota desmedido, viviendo la ignorancia y dejándola a ella de lado, haciéndome creer a mi mismo que no existía. Pero su ausencia no pasaba desapercibida, puesto que yo al no verla sufría, y me dolía, me dolía tan fuerte.

- Señor - sentí una mano lejana que se acercaba cada vez y me tocaba el hombro. Todo el entorno se volvió real, pero yo no podía ser parte nunca más de él y es que lo sabia, en mis brazos yacía su cuerpo inerte, frío. - Tiene que salir de este lugar.

Lo recuerdo aún, su largo cabello claro cayendo en su espalda, danzaban con cada andar. La primera vez que sus ojos azulados me miraron, era tan irreal, me sentí en un mar eterno lleno de vida. Busque en su mirada las respuestas a mis dudas, y se acercó a mi. Fue impredecible, no sabia si quedarme o correr.

Cristal era su nombre, fino y delicado. Y cuando de sus labios salieron esas palabras supe que no podía alejarla de mi.

- Hola, me llamo Cristal. Creo haberte visto en la facultad de medicina ¿Eras tú?

- Si, estaba buscando a un amigo que estudia ahí. Por cierto, soy Bruno. 

- Un gusto conocerte, Bruno. - Me sentí desvanecer cuando mi nombre salió de sus labios, como un zumbido, como un canto de un ave, suave.

De ahí todo fue glorioso, rozando el extasis. Su compañía era mi pasión y su lejanía mi debilidad, como quien ama sin razón y deja sin reparo. Éramos unos jóvenes completamente locos, pero estábamos tan enamorados. Como me encantaba verla despertar en la mañana con sus cabello desordenado y sus labios secos. Cuando observe su cuerpo desnudo por primera vez fue tan hermoso, su piel tersa y clara se erizaba a mi tacto, mientras que su pequeña mano recorría mi cuerpo y me hacía enloquecer.
Así como la perfección llego, también se fue. Cuando sus besos ya no eran míos, sus abrazos me eran ajeno y su corazón, su corazón pertenecía a otro. Ahí fue cuando me di cuenta lo que había perdido, por mis peleas, por mis estupideces, por mis celos.

La tenia que ver de lejos caminar con otra persona a su lado. Me la imaginaba con su nuevo novio desnuda, tocandolo de la forma que lo hacía conmigo y él entrando en ella, sintiendo aquello que yo sentía.

Pensé que hablar con ella solucionaría todo ¡Que estúpido hacia sido! Volvió a mi, como quien vuelve al nido, pero se sentía lejana, dudaba. Cristal había encontrado a una persona que la había hecho más feliz de lo que yo la había hecho, y yo lo sabia. No podía dejar que se alejara de nuevo, no me podía abandonar y romperme en mil pedazos.

Hasta que lo hizo.

Verla hoy había sido perfecto, creí que todo sería como antes. Cristal era mi vida, era quien iluminaba mis días nublados, mis noches oscuras y mis sueños negros. Solo ella. Y la vi, la vi de nuevo, caminar como un ángel en la vereda, iluminando a quien pasara. Le grite. Volteó rápidamente y sonrió, sonrió con esa hermosa sonrisa que me cautivaba cada día, todo los enojos en su mirada ya no estaban. Me perdono, pensé. Corrió hacia mi, sin mirar nada más que mis ojos.

El ruido fue horrible, su grito, mi grito, las ruedas frenando. Un fuerte choque capaz de erizar la piel de cualquiera. Y finalmente la sangre, corriendo por todos lados.

Cristal desplomada en el suelo fue mi perdición, nunca había sentido que mi vida valiera tan poco, al mirarla yo no era nada, hubiera sido yo quien estuviera tirado en suelo, muriendo. ¡Maldición, que no era yo! Debí haberlo sido.

Camine sin rumbo, rogándole a un pie para mover el otro. El dolor me comía por dentro, era delirante, odioso, imparable. ¿Por qué me tuviste que importar tanto, Cristal? ¿Por qué me tuviste que saludar en la universidad? ¿Por qué, simplemente, no corrí cuando me dijiste tu nombre? ¿Por qué, Cristal, solo por qué?

Mi celular sonaba, lo ignore. Personas sintiendo pena por mi era lo ultimo que deseaba en este momento, suficiente tengo conmigo.

El sonido del choque sonaba una y otra vez, acompañado con el grito de ella, una y otra vez.

Nunca creí haber sentido un dolor tan grande e irreconocible, mis manos temblaban y deseaban acabar con todo a su paso, mi boca pedía algo fuerte capaz de olvidar todo este día. Y lloré de rabia, de pena, de agonía, de la maldita historia que tendré marcado siempre en mi.

Nunca me olvidare de ella, porque yo decido nunca hacerlo.

Saque un cigarrillo de mi bolsillo trasero, lo encendí con él en la boca. El humo salió de mis labios dejando unas nubes en el aire de la noche oscura y estrellada.

- ¡Maldición! - grite al darme cuenta de mi error. Prometí a Cristal no volver a fumar, puesto que a ella le disgustaba bastante el olor. Por lo tanto, bote el cigarrillo al suelo y con mi pie derecho lo aplaste, apagando la ultima chispa color naranja implantada en el tabaco.

Siempre había pensado que perder a una persona querida sería menos doloroso o quizás menos importante, pero la chica que me había roto el corazón dos veces logró ser quien mas lágrimas hizo liberar de mi, destruyéndome.

Cristal, mi querida, no te pude salvar, no pude salvarme a mi mismo.

No quiero olvidarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora