Capítulo 2 | Alcohol

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19 de abril del 2016

- ¡Bruno! - escucho el grito de mi compañero de piso.

Mi cuerpo deshecho por toda la sala de estar, paredes azules llenaban las esquinas vacías, ausentes de cuadros y solo rodeado de unos cuantos muebles mal ordenados, la visión de la entrada principal se lograba ver desde donde yo estaba sentado, y pude ver la cara perpleja de Javier parado en la puerta. Mis labios entumecidos, mis piernas inmóviles. Todo mi cuerpo pidiendo ayuda, mientras las botellas de alcohol dormían por toda la habitación. La garganta ardiendome como nunca antes.

- ¿Tu bebiste todo esto? - me preguntó Javier, mientras tomaba una botella que se encontraba a sus pies. - ¿Por qué lo hiciste?

Su mirada reflejaba temor, temía por la gravedad de mis actos. El había sido la primera persona en verme tirado en mitad de la calle el día del accidente, había ido a buscarme por todos lados hasta encontrarme. Al día siguiente fue quien me llevo al velorio de Cristal y quien estuvo preocupado por mi todo ese tiempo, pues yo había decidido no decirle a mi familia. Había llegado hace unas horas del entierro de mi dama cuando decidí, luego de sentirme lo suficientemente atormentado, encaminarme a una botillería cercana y comprar la cantidad de alcohol para emborrachar a más de veinte personas.

- Sólo quería olvidar unas horas.

- Dime, ¿funcionó? Te das cuenta que gastaste más dinero del que siquiera tienes. Eres un idiota. - gruño Javier enojado. Seguido camino hacia la ventana y la abrió de par en par. - Huele horrible la habitación.

- ¿Que esperabas? ¿Olor a rosas?

- ¿Sabes que? Entiendo que estés así, en verdad lo entiendo. - se sentó frente a mi y me miró. - Pero así no funcionan las cosas.

Javier había formado parte de mi vida por muchos años, ahora compartiendo departamento mientras ibamos a la universidad me daba cuenta de cuan excepcional amigo poseía. Sus palabras siempre sinceras causaban problemas entre nosotros, pero se solucionaba con una que otra cerveza, aunque dependiendo mucho de nuestras billeteras. Y ahora yo había gastado el dinero para la maldita comida del mes en alcohol barato.

Me levanté y corrí hacia el baño ¿Cómo? Ni idea, pero mi garganta rugía por liberarse. Sentí como eliminaba alcoholes de todo tipo, desde la cerveza de marca desconocida hasta el tequila que creí que nunca lograría eliminar de mi cuerpo. El suspiro de Javier se escuchaba de fondo, luego unos pasos y la regadera soltando el agua acumulada. En cuestión de segundos la habitación del baño se encontraba danzando en calor.
Mi cuerpo no sabia que más liberar, las tripas, por lo menos, seguían en su respectivo lugar.

- Sacate la ropa y métete a la ducha. - me ordenó luego de ir a buscar una toalla.

- ¿Me quieres ver desnudo? - pregunté - Eres mi amigo y todo, pero no me siento interesado.

Javier me miró, dudando si decir algo o no. Vi sus ojos estallar en rabia pero en unos segundos volvieron a ser como antes y hasta mas sinceros. Sabía que estaba enojado, pero yo estaba tan ebrio que no podía ni pensar bien, tal vez por lo mismo me sentía más vivo, mi conciencia no estaba trabajando como correspondía y así evitaba pensar en Cristal.

- Simplemente, duchate.

El alcohol aún corría por mi organismo y sacarme la ropa fue toda una guerra, hasta que logre hacerlo con mucho esfuerzo extra. Por fin pude introducirme en la ducha y al no poder mantenerme en pie, tuve que sentarme. Las gotas comenzaron a caer sobre mi espalda, sintiendo como todo mi cuerpo se dejaba llevar por las calientes gotas de la regadera. Quise llorar, romper todo lo que me rodeaba, rogarle a todos los dioses que me salvarán de este infierno y es que de a poco el alcohol dejaba mi cuerpo, solo quedando la soledad de mi subconsciente. Al salir de la ducha y mirarme al espejo vi una persona desconocida, odiaba esa mirada desesperada y no lograba entender como seguían viviendo luego de la tristeza que habían tenido que ver. Cerré los ojos, no soportandolo más. ¡Quiero olvidarme de esto! ¡Necesito acabar de una maldita vez!

- ¿Te sientes mejor? - me pregunto Javier al verme salir del baño luego de, probablemente, más de una hora.

La habitación que anteriormente estaba hedionda a cantina y con una gran cantidad de botellas por todos lados, ahora se encontraba limpia y carente de desorden. Sentí una leve punzada en el corazón al saber que Javier estaba haciendo tanto por mi e incluso limpiando mi desorden y yo solo le respondía mal.

- No. Malditamente peor. - me senté junto a él, esos cuantos pasos fueron eternos.

- ¿Lograste olvidar? Ese era tu objetivo mientras yo estaba en la universidad. Si no hubiera llegado, si simplemente no hubieran suspendidos las clases de esta hora... - dejo de hablar por unos segundos y volvió su mirada a la mía - ... hubieras estado en un coma etílico en este mismo sofá. ¿Siquiera lograste tu objetivo?

- Claro que no.

- Entonces, ¿Por qué sigues haciendo tu vida un infierno?

Lo mire y callé, el silencio podía ser, aveces, la mejor respuesta de los vivos. La mirada de Javier reflejada preocupación, envidiaba ser él en este momento, sin problemas, sin soledad, sin melancolía ni angustia. Desearía ser como mi amigo, el amor no lo hizo frágil ni estúpido. Mientras que a mí, me esta volviendo un maldito lunático.

- Yo también perdí a Cristal, Bruno. La quería mucho y fue una gran amiga. Así que no creas que eres el único en esta habitación que le duele su perdida, porque no es así.

No pude oír más, lo odiaba por sentirse como yo. El era libre, inteligente y estudiaba medicina, sin embargo yo, torpe, ingenuo y ni pude entrar a la carrera que deseaba. Cuanto lo odiaba por saber que el igual estaba mal, por mi culpa ¡Siempre ha sido mi culpa! Y es que no me importa sufrir, pero Javier, mi amigo, mi hermano, no. El no.

Abrí mi boca y las palabras quedaron estancadas antes de siquiera formarse. Javier me miró enojado, realmente enojado y yo era era incapaz de decir palabra alguna. Por lo que me acerqué y lo abrace, mis brazos rodaron su cuerpo tenso que a los segundos se relajaron y me respondieron el abrazo, apreté su playera en mi manos mientras que dejaba caer mi cabeza en su hombro. Sentí mis lágrimas volver a caer, sollozos se escucharon en toda la habitación y Javier simplemente dejaba que humedeciera su camisa.

- Te quiero, hermano. - logre decir en unos segundos de tranquilidad.

No quiero olvidarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora