Verte.

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Me encantaba tanto ese chico, cada vez que lo miraba mis mejillas se ponían rojas y ya me hacía sonrojar.
No podía vivir sin verlo aunque sea desde lejos.
Esperaba cada recreo para verlo.
Él subía y bajaba siempre por la escalera donde estaba mi salón, así que ahí estaba yo. Esperando verlo. Apoyada en las barandas. Donde una suave brisa de viento soplaba mi cabello. Y donde un rayito del sol iluminaba mi ojo derecho. Así pasaba unos 30 segundos. Él pasaba, me miraba, yo lo miraba y sonreía, él bajaba la vista. Subía al segundo piso y de ahí nos mirábamos. Contacto visual, contacto visual, contacto visual, contacto visual, contacto visual...
Si tan sólo pudiera notar las señales frente a mí, si tan sólo pudiera leer las miradas, comprender las sonrisas.
Si tan sólo lo que pienso antes de dormir se haría realidad.
Si tan sólo yo le gustara como él me gusta a mí.

El amor nunca dichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora