El Guardián del bosque.

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Desde pequeña me he preguntado; si realmente todo lo que está a nuestro alrededor tiene vida ¿por qué las personas no disfrutan de ello?, me refiero, a las pequeñas cosas a las que no les prestamos importancia, y que al final resultan ser más extraordinarias de lo que pensamos.

En los viajes que hemos hecho junto a mi familia ha habido momentos en los cuales me he puesto a contemplar el paisaje.

A simple vista pareciera ser algo común, pero luego te das cuenta que existe en ello algo mágico; si agudizas tus oídos podrás oír al viento hablarte, te aseguro que te contará una historia.

Son pocas las personas que admiran la naturaleza tal como yo lo hago, y es que en verdad disfruto observando cada detalle de ella. Más aún cuando sé que posee uno de mis recuerdos más atesorados, siempre que cierro mis ojos vivos a través de mis sueños lo que viví ese día.

Sucedió ya hace algunos años, en un día común de invierno. Como de costumbre viajábamos con mi familia fuera de la ciudad.

Me encantaban esos días, escapábamos de los molestos ruidos de los autos para abrir paso a la melodía de las aves, dejábamos los altos edificios para poder contemplar los majestuosos árboles; altos y antiguos, los sabios del bosque.

Llegamos a la cabaña del abuelo, era pequeño pero muy acogedor, a mi parecer un lugar perfecto para mí y mi imaginación.

Tocamos la puerta varias veces hasta que recibimos respuesta, el abuelo nos abrió y antes de que pudiera expresar palabra salté a sus brazos y lo abracé lo más fuerte que pude.

¡Abuelito!— estaba impaciente por verlo de nuevo.

Hola pequeña, has crecido mucho— él me abrazó de vuelta y luego hablo dirigiéndose a mis padres—y ¿Qué tal estuvo el viaje?, pasen, cuéntenme adentro.

Entramos a la casa y como de costumbre comencé a inspeccionar cada parte de ella, viendo cada cosa nueva o antigua.

Annie, ven, quiero mostrarte algo— obedecí al llamado de mi abuelo.

De un estante tomó con sumo cuidado una figura tallada en madera de las que el mismo suele hacer, la puso delante de mí y la observe; era bellísima.

Era una delicada figura de un ciervo pintado de blanco con unas enormes astas en la cabeza, todos los detalles en el eran perfectos, sin duda alguna el abuelito había puesto mucho empeño y dedicación en realizarlo.

Siempre lo había visto hacer este tipo de cosas, pero nunca vi que él viera a sus anteriores creaciones así como veía a esta; mi abuelo la observaba con mucho orgullo, además de eso pude notar en sus ojos cierto brillo, algo de nostalgia en ellos, como si recordara algo en ese mismo momento.

Sabes...— me dijo sin dejar de apreciar la pieza de madera— este ciervo no es uno común, esconde algo especial— lo colocó nuevamente en el estante pero sin dejar de verlo— muy pocas personas tienen la suerte de poder verlo, y las que lo han logrado lo describen como un ser mitológico, casi irreal, un animal tan majestuoso que ha sido nombrado "El príncipe del Bosque", siendo también reconocido como el guardián de este.

Abuelito... ¿y tú has logrado verlo? — pregunté.

Mi abuelito solo asintió y acarició mi cabello.

Eso ya hace muchos años...pero recuerdo el momento en que lo vi con claridad...

Mi madre nos llamó en ese momento desde la cocina, quería que yo le ayudara a preparar un pie de manzana el cual era el favorito del abuelo.

Esa misma noche estuve pensando en lo que me dijo el abuelo, me pregunté cómo sería ver al Guardián del bosque. Al dormir soñé con él; soñé que estaba en su lomo volando por los aires en la oscura noche, el cielo estaba únicamente iluminado por las estrellas y la luna, estire mis manos para tratar de tocar una y luego oí que el animal me hablaba.

Ven a verme— me dijo.

Pero...no sé en dónde encontrarte—le respondí.

Ven al centro del bosque, te estaré esperando allí

Antes de que yo pudiera decir algo el ciervo se desvaneció y abrí mis ojos, los tenues rayos del sol se colaban por la ventana dándome los primeros "Buenos días" de la mañana.

Baje adesayunar y luego de eso mis padres dijeron que irían a comprar algunas cosas.Mi abuelo y yo nos quedamos en casa, afuera había nieve por todas partes, asíque salí a jugar con ella. Sin embargo, no podía evitar dejar de ver hacía elbosque que estaba cercano a la cabaña. 

"¿Y si mi sueño fue una señal?, ¿podré ver al Guardián?"— pensé.

Con paso sigiloso me acerque a la entrada del lugar. La gran extensión de árboles me parecía infinita, todos ellos vestían un traje blanco producto de las ventiscas y en algunas de sus ramas había hielo congelado.

Vi por última vez hacía la cabaña y con mucho valor me introduje en el bosque.

Caminé y caminé por mucho tiempo, creía que habían pasado horas ya, pero estaba decidida en encontrar al ciervo blanco.

En el camino pude visualizar pequeños animalillos; entre ellos un conejo que llamó mi atención, salió de unos arbustos y por un momento sentí que me analizaba, luego comenzó a saltar y sin pensarlo lo seguí.

Trataba de seguirle el paso, pero en un momento lo perdí de vista. Sin embargo este me guió a un arroyo que dividía el camino, el cual no se había congelado aún, en el habían unas rocas que formaban un camino a través de él, salte sobre cada una de ellas pero en la última roca caí.

Me levanté y ya habiendo cruzado me senté, sobe mi herida pero esta no me detuvo para seguir con mi camino. Debo admitir que me dolía mucho.

Se hacía de noche, las estrellas ahora vestían galantemente al cielo; como si se preparara para algo.

Me senté sobre un tronco y suspire, comencé a escuchar el sonido de las aves nocturnas y por un momento me preocupe. Estaba allí sola, sin saber exactamente a dónde ir, seguramente mi familia estaría muy preocupada. Llegue a la conclusión de estar perdida, perdiendo las esperanzas y sin más remedio comencé a llorar.

Frente a mi comenzó a brillar una pequeña luz, levante mi vista y vi a una luciérnaga; danzaba en el mismo sitio como tratando de llamar mi atención por completo. De los árboles bajaron más de ellas, e iluminaron un sendero delante de mí, puedo asegurar que antes no estaba allí.

Me seque las lágrimas y camine por el sendero, con cada paso que daba se hacía más audible una melodía, era el sonido de los grillos al musitar en su gran orquesta nocturna.

Comencé a cuestionarme, ¿cómo sería mi vida sin la magia de este planeta?, sin los ríos o mares o la luz del sol, el sonido de las aves, la suave brisa y las coloridas flores. No tendría sentido estar aquí, sin toda esa belleza este mundo no sería igual, solo sería un espacio vacío y sin vida.

El Guardián del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora