"La casa de los miedos"..., así se denominaba y conocía ahora la antigua casa de los Luzbell. Sin embargo, para los adultos no era mas que un nombre vulgar que le habían colocado los niños del sector; para ellos simplemente era una casa como cualquier otra; una casa de ladrillos, ventanas y techo. Ubicada en la avenida veintitrés.
Lo que los adultos no sabían, era que esta casa ocultaba un misterio colosal. ¡Claro!, ellos no podían saberlo porque no ven lo que yo y los demás niños podemos ver. Pero de seguro saben la respuesta muy dentro de sus corazones. Yo lo desconocía en ese entonces, pero sin darme cuenta, un día, ya estaba dentro de aquella casa. Bueno, creo que ningún niño del sector se hubiese salvado de conocerla.
Pedro nos llamo aquella mañana alrededor de las diez para contarnos lo que había ocurrido (perdón por hablar en plural, pero cuando uno tiene un hermano gemelo suele hablar así; como gollum del señor de los anillos), nos dijo que su madre ya había picado el anzuelo y ya tenia permiso para salir aquella tarde del doce de diciembre.
- no le hemos pedido permiso a nuestra madre aun Pedro... pero no te preocupes, le diremos inmediatamente – dije por el otro lado del teléfono.
- Apresúrense, si no les dan permiso, no los dejaran ir – dijo Pedro, refiriéndose a mi y a mi hermano (suelen hablarme así también... en plural).
- Lo se... bueno, te contamos luego – dije rápidamente, y corte el teléfono al momento en que un eterno silencio se colaba por el salón en el que nos encontrábamos.
Mire a mi hermano que me observaba con una mueca de intriga desde el sofá, en sus manos tenia dos juguetes plásticos, y me di cuenta que los presionaba con fuerza; creo que era por miedo. (Luego de esa llamada algo cambio en nosotros, nunca seriamos los mismos y creo que los dos lo supimos)
- ¿que ocurrió Milton? – pregunto mi hermano llamado David, aun con los juguetes en sus manos.
- Nada – dije, caminando cabizbajo hasta el sofá en el que se encontraba – solo era Pedro...
- ¿iremos? – pregunto David, con ese mismo rostro que tanto conocía; de miedo e incluso de desconfianza. Leer su rostro era algo que no me complicaba en lo absoluto.
- No lo se – dije sentándome (y supuse que el sabia lo que sentía yo en ese momento... miedo y ansiedad)
- ¿y si nos quedamos en casa? – dijo de pronto - jugando con los monos (refiriéndose a los juguetes de plástico) tomando leche con plátano y galletas con chocolate...
- No lo se David... Pedro ya pidió permiso y su mama le creyó todo.
- ¿y acaso crees que nuestra mama nos crea?
- Talvez – dije tomando un juguete plástico que descansaba en el sofá (ese día supe que nunca mas volvería a jugar con juguetes).
- ¡Imposible! – dijo David con los ojos como platos de la impresión... (su mueca era por qué nunca en nuestra corta vida le habíamos mentido a mama. Bueno, de hecho le habíamos mentido un par de veces... pero solo mentiras pequeñas y blancas, mientras que esta seria una mentirota de esas que pueden constarte salir a la calle por unas cuantas semanas).
Teníamos nueve años hace un mes atrás cumplidos y no nos parecía correcto mentirle a mama, sin embargo la idea de Pedro era fabulosa. Además era nuestro amigo desde el kinder. Solía venir los viernes después de la escuela a jugar a los videojuegos, a la pelota y con los monos de lucha (juguetes de plástico). Por eso estábamos en una disyuntiva muy complicada con mi hermano. No podíamos dejar a Pedro así nada mas... él se había esforzado mucho para que resultara su plan, pero nosotros (mi hermano y yo) teníamos miedo, miedo de que nada resultara.
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La casa de la avenida 23
ParanormalConocida como la casa de los miedos por los niños del vecindario. Una casa extraña e inhabitable que se ubica en la solitaria avenida 23. Historia tras historias, rumores y extraños gritos se pueden oír desde sus entrañas y sus horribles ventanales...