VII - EPILOGO

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              A medida que pasaron los años supe que Pedro tuvo algo de razón después de todo; "la casa de los miedos" solo era un nombre vulgar que le habían colocado los niños de esos tiempos; era simplemente una casa común y corriente como cualquier otra; una casa de ladrillos, madera, ventanas y techo. Ubicada en la avenida veintitrés. No había nada que temer, la casa luzbell no asustaba para nada. Simplemente era una casa abandonada, pequeña y vacía en la que no estuvimos mucho tiempo dentro.

Desde que salí de la casa Luzbell me hice mi propio negocio como artista independiente, después de todo algo del talento de mi madre herede. Soy feliz con eso, me llena y no me interesa preocuparme de donde caeré muerto algún día. Sin embargo, cada noche sueño con aquella expedición que hicimos a la casa de los miedos. Todo parece muy diferente. Me veo mas grande, no de nueve años, sino de veintinueve y siento que aquel viaje duro largos y eternos años.

A veces sueño que el ventanal que se paraba el vestíbulo en dos; el cual quebré para juntarme con mi hermano y dirigirnos al arenero, no era más que un espejo, un espejo frío que solo me reflejaba a mí. Y al momento de quebrarlo solo se podía ver un gran muro vacío y húmedo de madera. Ahí era cuando despertaba sudando y temblando a las tres de la madrugada sentado sobre la cama. Temiendo que eso allá sido verdad.

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La casa de la avenida 23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora