III - LA CASA DE LOS MIEDOS

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              Estábamos en la entrada de la casa de los miedos. Era tan grande como la recordaba. Su aspecto era frío y algo hostil. Nos hacia parecer como unas pequeñas hormigas frente a un mundo entero.

- si que es grande... nunca la había visto – comento observando la fachada de la casa.

- Ahora se ve peor que antes – dijo David que estaba junto a mí.

- No me agrada para nada tener que entrar allí – dije mirando a ambos lados de la angosta avenida. - ¿están seguros que quieren entrar?

Se hizo un silencio extraño, solo pudimos escuchar el viento pasando a través de las ramas de los árboles, y de cómo se caían las hojas secas al pavimento.

- yo creo que si – dijo Pedro, ajustándose las correas de su mochila negra.

- Ya estamos aquí Milton. En la puerta de la casa – comento David observándome fugazmente.

- No lo se... - dije.

La casa estaba construida de madera y ladrillos como las demás, no estaba seguro si era mas grande que las de alrededor, pero algo la hacia parecer inmensa. El techo estaba destruido, la pintura verde estaba descascarada por el sol, el pequeño cobertizo de madera que tenia en frente parecía carcomido por termitas y la entrada estaba cubierta de hierbas, malezas y pasto seco. El camino había quedado cubierto por completo de basura y la cerca de entrada estaba botada en el suelo; casi como invitándonos a entrar.

Lo peor del camino estaba por ocurrir en el momento en que Pedro pasó por encima de la cerca destruida.

- chicos – dijo la voz desde lejos.

Todos quedamos congelados de terror y giramos nuestra cabeza hacia la izquierda de la calle. Era en donde había venido la voz. Pedro retrocedió hasta llegar a la calle otra vez.

Desde la oscuridad de la avenida, apareció una anciana de aspecto demacrado; su espalda estaba encorvada, su rostro estaba cubierto de arrugas y surcos extraños, sus ojos eran claros y su cabello era corto y alborotado de color gris. Parecía llevar un chal de lana color negro encima y un vestido floral. En sus manos traía un bastón de madera casero. Probablemente ese bastón tenía casi su misma edad.

Nos quedamos mudos observándola y yo sentí un horrible hedor a ajo y ropa sucia. De esas que mi mama deja en el cesto para lavarla. De hecho una vez entre a ese cesto de ropa sucia por que jugábamos a las escondidas y casi no pude aguantar el hedor. Bueno, ahora sentía un olor semejante al de aquella vez.

- ¿van a pasar la noche allí? – nos pregunto observando nuestras mochilas.

- Si – dijo Pedro – queremos conocer el lugar.

- Ya han pasado otros chicos antes. Y muchos se han quedado ahí dentro – dijo ella hablando en tono bajo.

- ¿recién? – pregunte algo asustado.

- No, hace muchos años atrás... esta casa es bastante misteriosa – dijo la anciana.

- ¿Por qué se quedan?

- No se lo que ocurre ahí dentro – hablo – pero creo que la casa los atrapa.

- Es solo una casa – dijo Pedro sonriendo incómodamente. Parecía asustado.

- No chico, no es cualquier casa... tienes que saber como entrar, tienes que saber como enfrentarla.

- ¿usted podría ayudarnos? – pregunto David mas asustado que yo y Pedro.

La casa de la avenida 23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora