Mi nuevo colegio

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Si me obligasen a comparar la casa de mi abuela con algo probablemente diría “Circo”.

Su casa era pequeña pero pintoresca, todas las paredes exteriores estaban pintadas como murales por sus alumnos de la escuela de arte. En la pared de enfrente había dibujada una señora mayor con pelo violeta y diferentes tatuajes en el rostro, sus ojos se convertían en las ventanas de la casa y su boca abierta estaba pintada alrededor de la puerta. El patio estaba lleno de juegos de niños, hamacas y toboganes. Desde el frente se podía ver el enorme árbol que se encontraba detrás de la casa, en él pequeñas casitas del árbol se conectaban a través de escaleras, y millones de luces de diferentes colores iluminaban de forma casi fantástica al viejo árbol. Había que admitir que el gusto extravagante de mi abuela no siempre era malo.

 En su interior la casa se asemejaba a aquellas que aparecen en la tele en los programas de acumuladores. Montones de armarios y estante con trofeos y diferentes reliquias tapaban casi por completo todas las paredes. El piso estaba tapado por diferentes alfombras coloridas y con dibujos indios. El techo de la sala de estar tenía un gran ventanal en el que se podían ver las estrellas y la luna de una forma casi romántica. Si bien la sala de estar y el comedor parecían un completo desastre me sorprendió ver que la cocina se encontraba en perfecto estado y con todos los electrodomésticos modernos.

-Con la comida no se jode.- Me explicó mi abuela al notar mi cara de sorpresa.

Tomó las maletas y me dirigió al que ahora sería mi nuevo cuarto. El lugar era mucho más pequeño al que estaba acostumbrada de mis cuartos de hoteles, sin embargo este tenía un toque de mi Abuela que ningún hotel cinco estrellas podría alcanzar. La cama era un colchón de agua sobre el piso, con un gran poste de hierro pegado sobre la pares que desprendía una tela rosa de tul alrededor de esta. El piso de madera estaba pintado con arabescos plateados y dorados y las paredes blancas tenían pequeños dibujos hechos con hojas de diario y revista. Una gran ventana ocupaba casi toda la pared al costado de la cama.

-Lo lamento mi pequeño pie de limón. No estoy acostumbrada a tener visitas por eso hay un olo baño en la casa.- Mi abuela me hablaba en un tono suave y cansado mientras se apollaba en el marco de la puerta. Toda su energía inicial se había acabado luego del arduo viaje en auto.- Me encantaría quedarme un rato más, pero estoy algo cansada, asique podemos hablar todo lo que quieras por la mañana, ¿esta bien?

-Claro abu, a decir verdad yo me siento mas cansada que tu, bien me pondré el pijama y desempacaré mañana.

-Bien, buenas noches mi hermosa luna de queso.

Debería hablar mañana con la abuela sobre esos extraños apodos.

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El colchón de agua era MARAVILLOSO. Jamás en mis diesisiete años de vida había dormido tan bien. Me levanté con mejor humor de lo habitual y me dirigí al baño. Al parecer mi abuela todavía no estaba despierta ya que la casa estaba en un total silencio. La imagen que me devolvió al espejo no era a la que estaba acostumbrada, mis cabellos estaban enredados e inflados de un modo gracioso, mi pijama (que consistía en una remera XL de mi abuelo y un pantalón holgado de mi abuela) estaba muy arrugado y tenía un pedazo de quien-sabe-que en el diente.

Ni me bañé ni me cambié, mucho menos me peiné. Mi plan era entrar en la escuela y pasar desapercibida, y sabia que si me arreglaba como generalmente hacía iba a llamar la atención.

Me dirigí hacia la cocina donde al parecer mi abuela, que se había levantado, estaba preparando un desayuno rico en colesterol, que consistía en tocino y huevo frito.

-Wau mi pequeño tocino, tu llevas el “me puse lo primero que encontré” a otro nivel.

Já, y ella llevaba el “apodo tierno” a otro nivel.

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