Parte 4

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Los dos estaban ahí. Mirando sus ventanas con sentimientos contradictorios. Bernardo se preguntaba si algún día ella volvería a abrir sus persianas. Dani se preguntaba si abrir sus persianas significaría su suicidio social. Pero no era tan fácil... Ella no podía hablar de sus problemas con nadie. Nadie podía entenderla. Tal vez Bernardo fuera el único capaz de ayudarla sin juicios. Pero no había manera de que se enterara. Hace más de un año no hablaba con él y las personas cambian, después de todo. Ella era la más grande prueba.

Ya pasaba de las ocho de la noche cuando Dani volvió a comer algo otra vez. Solo una tostada con queso. Era lo suficiente para engañar a los raros ronquidos de su estómago. Volvió a su habitación y ahí estaba aquella maldita ventana... Mirándola, desafiándola. Abrirla o no abrirla? Esa era la cuestión. A pesar de lo poco que había comido, Dani aún se sentía llena de culpa. Volvió al baño, donde se libró de lo que comió e también de lo que no había llegado a comer. Y toda la culpa solamente crecía... No había como sentirse peor. Si compartiera este secreto sucio con sus amigas, sabía que en dos segundos sería el asunto de todo el colegio y que la gente la vería con asco y rabia... Y antes de que pudiera contar hasta diez, ella estaría en el limbo social de la escuela otra vez. ¿Pero de que le servían todos aquellos falsos amigos? Cuando realmente necesitaba apoyo, nadie estaba ahí. No de verdad. Sus persianas parecían suplicar: "ábreme, ábreme ya, niña estúpida". Y sin más poder controlarse o pensar en eso...

Ella la abrió. 

Uno nunca está soloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora