Parte 5

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            Fue un momento que pasó en cámara lenta para los dos. Tanta expectativa depositada en una acción tan sencilla... Cuando la persiana se abrió completamente, Dani lo vio. Bernardo. Él parecía el mismo de tiempos atrás. Quizá un poquito más alto. Y más guapo. Ella imaginó que sería juzgada, a final de cuentas, venía siendo estúpida lo suficiente para esperar por eso. Pero no fue lo que sucedió. Él le sonrió abiertamente, exactamente como lo hacía en el pasado. La diferencia era que sus características de niño ya casi no existían. Él era un hombre. Y aquella sonrisa era tan acogedora, que Dani no aguantó. Se derritió en lágrimas y no sabía si eran de tristeza o felicidad. O de recién-adquirida culpa. La sonrisa de Bernardo murió cuando percibió que ella estaba llorando. Él se levantó y por un segundo desapareció. Cuando regresó traía una hoja de papel que decía: "Tu no estás sola. Nunca estuviste. ¿Puedo ir hasta tu casa?". Y que más podría contestar Dani?

Si.

Fue todo lo que ella contestó, también en una hoja de papel. Y entonces la culpa empezó a desaparecer para dar vida a otro sentimiento: ansiedad. Expectativa, mariposas en la panza... ꜞLlamenlo como quieran! Ella no quiso pensar en las consecuencias de esto. ¿De qué le servía ser tan popular, tan flaca y tener tantos "amigos"? Ella necesitaba algo más verdadero, más visceral. Algo que pudiera sobrevivir a los errores, al tiempo... Algo como la amistad de Bernardo. Y quizá un poquito más.

Él tocó el timbre de la casa de su vecina y Dani corrió por las escaleras para abrir la puerta. Cuándo lo hizo, se quedó sin palabras. Él estaba ahí, con aquella sonrisa capaz de quitarle el aliento... Con aquella sonrisa capaz de exorcizar toda la culpa que le atormentaba. Ella esperaba que él pudiera perdonarla. Que pudiera ayudarla. Quería ser como él. Un chavo nada social que simplemente no se importaba con lo que decían los demás. ¿Cuándo fue que ella perdió esto? Quedaron mirándose por muchos minutos y las lágrimas de ella no dejaban de caer. Estaba insegura del siguiente paso. Cuándo la tensión fue demasiada, Dani optó por los viejos hábitos y se tiró en sus brazos. Y él la recibió. Como siempre lo hacía.

− Lo siento, Ber – dijo en su oído. – Todo está mal, un desastre y lo siento tanto... No sé más quién soy ni lo que estoy haciendo con mi vida. No sé cómo pude perderte...

En su miente había solamente una pregunta: "¿Será que, en efecto, lo perdí?

Uno nunca está soloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora