seis || nueva

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–Atención clase –Mrs. Downham dio unas palmadas al aire para que guardásemos silencio–. Os presento a vuestra nueva compañera, Will Redford. Se ha incorporado hoy al curso escolar. 

De detrás de la profesora apareció esa chica. Su pelo largo y liso caía por debajo de sus hombros recogido en una coleta alta, de un castaño oscuro; sus ojos están ocultos tras unas gafas de pasta negras, pero podía decir que eran oscuros; su piel era del color de la canela.

Las mejillas de la chica comenzaron a enrojecer a causa del efecto que provoca tener toda una clase posando su mirada acusadora en ti.

–Tome asiento, querida –la profesora señaló un sitio libre unas filas por delante de mí, pero en el lado derecho del aula–. Y me gustaría que fueseis amables, si es que podéis, con ella –entrecerró los ojos mirando hacia todos lados. 

Se volvía más loca por momentos.

La chica asintió cuando Mrs. Downham volvió a mirar hacia ella cambiando completamente la expresión facial por una más relajada y dulce. Tenía mis sospechas sobre si la profesora había sufrido alguna especie de trauma en el instituto.

No ha sido mi intención, pero he pasado la mayor parte de la clase atento a sus movimientos. La lección me resulta un aburrimiento mortal; no me interesa saber que Luis XVI hizo lo que sea que hiciese si ya está muerto. 

Ella se mantuvo callada, posando su atención en las explicaciones de Mrs. Downham o simplemente leyendo el libro asignado por la asignatura.

Me resulta extraño que esté tan entregada a la clase. El resto de nosotros contábamos los minutos que faltan para la hora del recreo. Son tres horas de historia universal seguidas. 

El infierno existe. 

Al fin, el delicioso sonido que esperábamos con ansia, llegó.

Mrs. Downham seguía hablando mientras todos corrían desesperados por salir de esas cuatro paredes asfixiantes.

Ella, en cambio, recogió tranquilamente e, incluso, la escuché a lo lejos hablar con la profesora. Debía de estar zumbada para hacer tal cosa.

–¿Habéis visto a la nueva? Está para echarle un polvo –soltó pícaramente Zayn reposando su cuerpo sobre la silla.

La mayor parte de los estudiantes se reúnen en la cafetería.

–Y que lo digas –corroboró Liam.

–Yo me la tiraría –esta vez era Louis. 

Me sorprendió que estuvieran de acuerdo sobre los deseos sexuales hacia una tía. Normalmente no suelen interesarse por la misma mujer. Y menos si es un cerebrito.

–Seguro que debajo de esa cara de niña buena se esconde una fiera –el comentario de Niall provoca que una sonrisa se forme en mis labios. 

Es exactamente lo que pienso sobre ella. Las niñas buenas, después son las más peligrosas.

Desvié mi mirada hacia la mesa en la cual se ha colocado.

Sobre su bandeja de comida reposan una ensalada y un yogurt, a los que de vez en cuando prueba cuando desvía la mirada del libro que sostiene entre sus manos; fulminando cada página ansiosa.

El libro tiene una bonita encuadernación clásica. En la portada, puedo distinguir las palabras: Moby Dick. Ni lo he leído ni tengo intención de hacerlo por el momento.

Volví mi mirada de nuevo hacia ella para concentrarme en cada uno de sus movimientos. 

La mesa en la cual se encuentra está vacía; no hay rastro alguno de ninguna presencia a su alrededor. 

Yo no la clasificaría en ninguno de los dos grupos bien diferenciados de esta cárcel. Por una parte, estamos los más populares, junto con las animadoras y demás. Por otro lado, están los empollones y raritos que circulan libremente.

Ella no pertenece a ninguno de ellos. Se encuentra justo en medio de ambos.

Es algo que nunca han contemplado mis ojos; que mis sentidos no han percibido en sus dieciocho años de vida humana.

Desde que recuerdo, la temática del instituto ha sido esa. Nunca he asistido a otro en el cual las cosas fuesen de otra manera.

Por esta razón ha despertado tanto mi interés desde el momento en que mi mirada se cruzó por primera vez con su pequeño cuerpo.

–¿En qué piensas, Harry? –los brillantes ojos celestes de Niall me contemplaban expectantes. Esperando una respuesta por mi parte.

–¿Eh? –hice una mueca e intenté recordar sus últimas palabras después de devolver mi mente a la Tierra.

–¿Qué piensas de la nueva? No estarás trazando un plan para acostarte con ella ya, ¿verdad? –una sonora carcajada salió de mi boca.

Posé los codos sobre la mesa de madera barata repleta de bandejas de comida y apoyé mi cabeza sobre las palmas de mis manos.

–No os preocupéis por eso –mi rostro dio paso a una sonrisa pícara al tiempo que mis ojos se achinan–. Aún –finalicé la oración contemplando sus rostros.

–No esperábamos menos del gran maestro de la seducción –Zayn soltó esta frase antes de darle un mordisco a su sandwich.

Al ver a Zayn realizar esa acción, caí en la cuenta de que aún no había probado mi comida. Increíble. He estado todo este tiempo tan inmerso en mis reflexiones que se me ha olvidado por completo la bandeja de comida que tengo delante de mis narices.

–Solo el tiempo lo dirá –añadí a su frase–. Y, con lo demás, coincido con vosotros muchachos.

Fuego Interno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora