Enormemente apesadumbrados el nuevo traje del vecino contemplamos.
No nos es posible por la dicha de otros regocijarnos o ir a felicitarlos.
Vez tras vez deseamos que la vida le sonría menos a la mujer de al lado.
Insufrible nos resulta darnos cuenta de que no sólo nosotros ganamos.
Desearíamos poder arrebatarle a aquella chica su más reciente enamorado.
Idealizamos diariamente una vida en la que nadie más pueda ser próspero.
Acrecentándose y carcomiéndonos están sin cesar la inconformidad y los celos.