Pacientemente contemplamos las manecillas del reloj avanzando.
Entre bostezos y amodorramiento nuestros días se van.
Rezongamos ante todos los deberes que nos toca cumplir.
Empecinados en nunca movernos, si acaso lo hacemos será para respirar.
Zurumbáticos de nacimiento somos y de ello no nos avergonzamos.
Antes de emprender cualquier labor, mejor la postergamos.