Revisé la información sobre Pradera, sentado al borde de la cama. Decía que había escapado también, como el mío. Además de datos como su peso, altura, edad aproximada, y el extra de que no sabían por qué lucía más como humana que como evolucionada. Al parecer no habían llegado a enterarse de su etapa de transición.
También habían hallado otro documento sobre mí, en el que decía la fecha en la que me habían recuperado. Tan solo unos cuatro días después de que escapara. ¿Tan pronto? Quizá no les fue difícil encontrarme antes que yo a ellos, ya que Altair mencionó los chips. Eso era.
Debía hacer que me quitaran ese chip. Según mi recuerdo, un "escáner" no podía detectarlo, pero iba a intentarlo.
Las finas manos de Rosy se deslizaron por mi pecho, me abrazaba por la espalda, sentada sobre el colchón, besó mi mejilla y bajó a mi cuello. Sonreí aguantando las cosquillas que eso me producía.
Besé su frente, disfruté con su sonrisa, dejé los papeles a un lado, tomé su mentón para mover su rostro y seguir dándole besos. Soltó una suave risa.
—Tengo un chip rastreador —murmuré—, quisiera que me lo quitaran —le pedí casi en susurro.
—Claro, ¿en qué parte lo tienes?
—No lo sé.
Arqueó una ceja.
—Tal parece que tendré que buscarlo.
Sonrió ampliamente. Me encantaba ver esa felicidad que brillaba en su bonito rostro. Tiró de mis hombros jalándome hacia atrás y haciendo que me recostara. Se puso a horcajadas sobre mí, permitiendo que disfrutara de verla así, quedé fascinado, me traía loco. Sus manos recorrieron mi pecho, estremeciéndome con la ahora dulce corriente.
—No parece estar por aquí —dijo sonriente. Se apoderó los primeros botones de mi camisa, desabrochándolos—. Debería quitarte la ropa.
Tomé su fina cintura y me senté, quedando nariz con nariz con ella.
—Cambié de opinión, déjame admirarte un rato más —susurré mientras deslizaba la punta de mi nariz por su mejilla hasta enterrarla por su cuello.
Si me quitaba la ropa iba a sentir vergüenza otra vez, y no quería arruinar el momento.
—Max debe saber dónde los ponen. —Rió de forma leve y dulce—. Pero quiero revisarte...
—Bien, si no lo halla, entonces me volverás a revisar.
Mordió mi mentón y su mano se paseó por mi piel. La tomé y jugueteé con sus dedos, era tan fina, bonita, delicada, mientras que la mía tenía esas uñas que crecían en punta como garras, aunque no curvas como las de otros animales, quizá porque en parte seguíamos siendo humanos.
Me besó. Gocé de su boca otra vez. Recorrió con suavidad mi mejilla izquierda y fue bajando por mi cuello, luego por mi clavícula. La corriente me recorrió con cada toque de sus suaves labios, y casi podía sentir que empezaba a acostumbrarme. Se detuvo por mi hombro antes de que lo hiciera yo, al verla me di cuenta de que observaba mi marca.
—Tengo el número siete marcado ahí, ¿recuerdas? —expliqué—. No sé cómo borrarlo, dijiste que había un método.
—Ah, sí. Con algún tratamiento laser que hay aquí.
—Saber eso me alivia. Esos números son marcas que dejaron esos... —Me contuve el insulto. No debía hablar así, mucho menos frente a mi bella dama, debía tratar de cambiar.
Suspiré con pesadez y me dejé caer. Quedé mirando al techo.
—¿Pasa algo?
—¿Me acompañas al campo de entrenamiento?
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Ojos de gato Acrux
Science FictionÉl fue usado como un arma, ella le va a enseñar que hay más que solo dolor en la vida. Rosy lidia con su vida y con los evolucionados, nueva y letal especie. Sin embargo, recibe a uno herido, el cual solo transmite vacío, odio y profunda tristeza co...