La mano de Hermes se puso roja, y un tanto inflada, pobrecillo. Ahora me sentía un tanto culpable.
-¿Quieres verte?.- Me dijo Afrodita, sacándose un espejo.
Cogí el espejo y mire mi cuello, era impresionante, aquella marca, era un tridente. Era la marca de Poseidón, parecía parte de mí, de un color negro e imponente.
-¿Por qué en el cuello?.- Pregunte a Poseidón.
-Para que todo el mundo lo vea al mirarte, además de tener más poder.-
Poseidón me cogió las manos, aún con heridas, y me las curo y limpio. Mas cuando lo hizo vi como se marcaban en mi las cicatrizes del látigo.
-Ahora si puedo curarte la espalda. Voy a hacer una cosa ¿Vale?. Te voy a desabrochar el sujetador para ver mejor las heridas, sostenlo por delante ¿Quieres?-
Yo únicamente asentí.
Era extraño, la última vez que me curó me hizo daño, ahora el agua pasaba por mi espalda, y lo único que sentía era una extraña caricia.
Los dioses se fueron hacía Poseidón, para verle trabajar, todos menos Hermes que se arrodilló ante mi y me dijo:
-¿Qué sientes?-
-Es extraño, es como una caricia…-
-¡Es increíble!- Dijo con una sonrisa.
-¡No es una leyenda!- Escuché tras de mí
Poseidón acabo de curarme me dio la mano ayudándome a levantarme y me quito la sangre de mis brazos y mi cara.
Acaricio mi cara con cariño y me dijo:
-No te lo contaré aquí, antes, ven conmigo, te ducharas en mi estancia y te pondrás un vestido de adfrodita.-
-Gracias a todos, soys mas cariñosos de lo que pensaba.-
-Zeus es el borde, nosotros somos simpáticos.- Dijo Ares.
Yo sonreí. Mis tripas sonaron de nuevo.
-¿Tienes hambre?.-
-Y sed…- Dije yo.
-Después te daremos de comer, no te preocupes.-
La estancia de Poseidón era realmente increíble, era toda Azul, su cama era una ostra gigante, era curioso.