Capítulo 1

9 0 0
                                    

  Estaban subiendo las últimas cajas. Habían acomodado a su gusto algunas cosas y habían sacado los adornos que no les gustaba. Consiguieron un departamento amueblado de tres ambientes con un balcón muy lindo.

  Gabe, el hermano de Blum, las había estado ayudando todo el dia con la mudanza y ya casi acababan.

– ¿Seguro que estarán bien? – preguntó más preocupado que sus padres cuando vieron el departamento esa mañana.

– Si, todo irá bien, ya verás. – Maggie le tendió una cerveza de las que habían comprado el dia anterior, cuando rellenaron la alacena con comida.

Cuando terminó su bebida se despidió de su hermana y su amiga, dejándolas solas.

Lo habían planeado todo y ningún detalle había escapado de sus cabezas. Quien cocinará que días, donde limpiaría cada una. Todo tenía un orden y no había ni tiempo ni ganas de parte de ninguna para desordenar algo del plan.

– Por la independencia. – Maggie levantó su porrón.

– Por la amistad. – respondió Blum levantando el suyo.

Estaban sentadas en el sofá amarillo de la sala y ambas apoyaban los pies en la mesita.

– Esto es nuestro. – reflexionó Blum, mientras echaba un trago a la cerveza.

Abrazó a su escéptica amiga muy fuerte pero sólo por la situación se lo correspondió.

– Nuestro lugar en el mundo. – habló Maggie.

Estaban vestidas muy cómodas, bebiendo y charlando. Era la primera noche solas, una noche de viernes, la primera noche solas y libres.

El sábado Blum se levantó temprano. Debía entrar a trabajar a las ocho, dos horas después. Desayuno sola, mientras desembalaba la poca vajilla que poseían y la acomodaba en los muebles. Dieron siete treinta y fue a despertar a su amiga.

– Maggie.

Golpeó la puerta. Debía entrar a trabajar a las ocho treinta. Espero, pero no obtuvo respuesta, volvio a golpear.

– Son las siete cuarenta. – se escuchó un golpe contra la madera. – Debo irme, levántate o llegarás tarde.

– Molesta. – tenía un tono de voz empalagoso. Abrió la puerta con pijama y pantuflas.

– Hay tostadas sobre la mesada. – le besó a mejilla y se fue.

Corría escaleras abajo, ya era algo tarde. No podía tomar el ascensor ya que le provocaba claustrofobia, era lo único que lo hacía. Estaba pensando en todo lo que tenía que hacer esa semana, sin mirar dónde caminaba, debería de armar un horario y una rutina, ahora que ya no vivía con sus padres necesitaba organizarse. Chocó con alguien y cayó sentada al piso.

– Perdón, no te vi. – le dijo levantándose.

– Yo también iba distraído. – la miró. – ¿Te conozco?

– No creo, soy nueva, del 4B. Blum.

– Un gusto, Dan, 4D. – le tendió el libro que se le había caído.

– Nos vemos... Dan.

Por un momento había olvidado lo apurada que estaba. Siguió corriendo escaleras abajo, pensando en que, tal vez, en ese edificio hubiera más chicos como el que acababa de conocer. Le resultó simpático, más allá de su breve charla; pero, sobre todo, muy guapo... de una forma peculiar.

No era el típico chico que a ella le gustaría, no estaba dentro de sus parámetros. El se veía como un infinito. Unos rulos demasiado desprolijos y despeinados, una sonrisa cautivadora, de contextura delgada pero sin ser un hueso. Un suéter mostaza y unos jeans. Se veía exactamente como el mejor sueño/pesadilla.

Bajo El Mismo TechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora