Estaba cansado de las luces de la oficina, y de las voces que atravesaban las paredes. De los teléfonos y los boletines. Subió a su auto y sin fijarse tanto en el camino llegó a su casa. Sus inquilinos devolvían el favor arreglando lo que podían, lo que estaba a su alcance. al menos solo serían unos días mientras rehabilitaban lo dañado de su casa debido a la tormenta.
Se sentía aliviado de ver caer el sol, había en ello una sensación de ansiedad, de aquella agradable ansiedad. Ustedes como yo, ya sabrán a dónde se dirigía.
Aunque, en esa ocasión, un par de ojos vieron como aquella silueta le lamia su piel abierta. O al menos eso parecía. De sus heridas y la lengua de ese ser escurría un fluido baboso y repugnante, que se mezclaba con el sudor del resto de su cuerpo. En ese momento fue lo primero que pensó la congelada persona tras las hojas verdes.
Como pudo se fue retirando, con el asalto de un susto frío e incredulidad. Para acabar de encender su instinto de huida un animal (no sé cual) lo acechó como queriéndolo atacar. Corrió temiendo ser escuchado, corrió sin saber qué hacer. ¿Acaso sus ojos y su mente le engañaron?, ¿Debía contárselo a alguien? Repasaba una y otra vez la escena, tan extraña como tenebrosa. Y justo cuando pasaba por la casa de él, le saludaron los huéspedes de este. Detrás de ellos estaba él, con su camisa blanca y bien planchada (como siempre), arreglado, fresco y en su mano una bandeja de panes caseros para lo que sería la cena.
Quizá fue su imaginación, cómo podría dudar de él, si lo tenia frente a sus ojos nuevamente y de manera tan distinta.