Sucedió entonces que habían otros rezos que estaban por acabar, ya no los de la familia sino los de la persona que había presenciado como ellos dos se envolvían en el pantano, en una sola sombra purulenta.
No era coincidencia el hecho de que los pudiera ver, después de todo su momento estaba cercano; leyes de la muerte, permisos que les da a los vivos antes de despedirse de este mundo. Y claro, ahora este ser ya no veía asustado a los ojos de él, parece que iba comprendiendo lo que había ocurrido ese día.
Sin embargo, ese peculiar y tranquilo momento contrastaría con el que él viviría al llegar a su trabajo. Gritos y llantos envolvían el lugar; tanto que los pudo escuchar antes de entrar. Todos hablaban de él y buscaban la llave de su oficina. Había pánico, shock, una mujer a punto del desmayo.
Él sólo observaba en un rincón de la oficina, entonces una mirada fija, un grito ensordecedor y tuvo que llegar ella para llevárselo en un instante hasta su casa, donde la policía ya inspeccionaba todo. no hallaron nada, ahí estaban sus dibujos, su cama hecha, sus peces atendidos. Ahí estaba todo, en su casa. En aquél barrio donde antes ya había caído la tragedia con el derrumbe del techo de aquella familia que todos lloraron.
Para la tarde noche había más gente en el pantano, entre peritos y reporteros relatando lo ocurrido. El reporte oficial hasta el momento es que él se encontraba de vacaciones y decidió ir al pantano, quien sabe para qué, y de ahí no salió. Nadie había localizado el cuerpo debido a las complicaciones que dejó la tormenta, a punto estuvo aquella persona de verlo bien, pero sólo pudo observar unos zapatos flotando pero la faena que enseguida vio lo hizo correr y confundirse. Apenas había podido contar su historia antes de fallecer y unos amigos suyos decidieron ir a ver de qué hablaba.
Los periódicos parecían amarillistas, incluso el más serio. Relatando cómo testigos tuvieron que ser atendidos en urgencias tras la impactante verdad. Él estaba muerto desde sus vacaciones, y aun así convivieron con él, lo vieron llegar, entrar a la oficina, salir, lo vieron cruzar la iglesia, encender las luces de su casa, y hasta el final, lo vieron con ella en la oficina. Ella, tenía que ser ella. No había duda de que ya no era como los demás al verlo con ella.
Ella, era el capricho de ella, era su amante, su magia. El permiso que ella misma se daba de romper ciertas leyes, pues ya no importaban mucho; al menos ya no para esa ciudad. La fecha había llegado, un tren militar cargado con material nuclear había entrado del sur, y justo cuando estaba en plena ciudad, ella y él miraron al cielo, viendo caer las bombas en dirección a los vagones y más lados al rededor. Nada quedó, solo el horror de una ciudad hecha ruinas sin clemencia, y la historia de una muerte enamorada en la antesala de la negrura.