Parte 5

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Aquella mujer empezaba a frecuentar lugares de la ciudad. De aquí para allá, de escuelas a iglesias, parques, oficinas, barrios y de más sitios; aunque su paso siempre era en calma y pausado, pero se movía con el viento. Con sólo verle era suficiente para llamar la atención, con sus telas blancas y su piel igual de fresca y clara. Sin embargo la gente empezaba a hablar de ella, más allá de su aspecto hipnótico, por la forma de presentarse y a veces, por sus acompañantes.

No respetaba por ejemplo, la lectura el padre, para atravesarse con su vaporoso vestido de un lado a otro, ni celebración alguna (aunque sea privada), para sonreirle a los invitados. Tan sólo para esconderse antes de que alguien le siguiera la pista.

Se rodeaba muchas veces de gente de todo tipo, ancianos, niños que jugaban y reían para la desesperación de los demás; también habían adultos, a veces más de uno, a veces parejas, a veces incluso mascotas perdidas. Sin embargo ella comúnmente guardaba distancia, como si simplemente estuviese acompañando a dichas personas, observando, dejándolos ser, jugar, reír, o a veces mostrar en el rostro alguna otra emoción. 

A los demás les causaba temor, quizá nunca en su vida ni en la historia de la ciudad habían visto a semejante dama, o quizá, no creían que pudiera ser posible que alguien así haga su presencia. Los más tradicionalistas comenzaban a hablar mucho de ella, con asombro, estupefacción y susto. Los más jóvenes a veces la buscaban, los atrevidos, los que solo querían sacarle una foto o ver con sus ojos lo que sus mentes no consideraban. Incluso se ganó algunas notas en los periódicos. Claro que, aun mucha gente lo consideraba una pérdida de tiempo. Darle tanta importancia y publicidad a alguien así, que era irreal para las expectativas de sus vidas.

A todo esto, él no decía nada a sus compañeros, no le nacían las palabras para hablar de ella. Y aunque nunca los habían visto juntos, nunca faltaba el atardecer en que se vieran. Ni siquiera el podía ponerle palabras a su cabeza, era algo casi instintivo buscarla, era como un aliento cada día. Sabía que ya nada de su alrededor le era vital, pues esas cosas caen, se disuelven, se hacen polvo. Quizá lo aprendió de la boca de ella, no lo sé. 

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