Lunes, 9:30

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Arlet ha estado tan concentrada leyendo que la primera hora se le ha pasado corriendo. Incluso le ha costado percatarse del timbre.
Entra en clase y la señora Edwards sigue hablando sin importarle el molesto timbre anunciando el fin de la hora.
- Recordad que en esta segunda hora hay que ir a la sala de conferencias. Un misionero va a venir a hablarnos de su oficio. Señorita Lee, -dice de nuevo dirigiéndose a Arlet- no se olvide que al final de clases tiene que reunirse con el señor Price. Pueden marcharse ya, chicos.
Arlet recoge sus cosas y sale de clase. Al salir se encuentra a un montón de estudiantes yendo de un lugar a otro, buscando a sus amigos o dirigiéndose a la sala de conferencias. Pero Arlet, tranquilamente va a su taquilla a guardar el libro de química y su libro de lectura. Como siempre están ahí Iris, Valerie y Abigail esperándola.
-Me han dicho que te han echado de clase por contestar a Edwards. Has tenido muchas agallas. -dice Abigail.
-Sí, bueno... ya sabéis como es Edwards...
-Ahora tenemos que ir a la sala de conferencias. Estoy muy emocionada, me gusta mucho su oficio, siempre he querido ser misionera. -dice Valerie.
La verdad es que Valerie simplemente dice eso para quedar bien. Sólo piensa en ella. Es la persona más egocéntrica que ha llegado a pisar la Tierra.
-Bueno, seguro que será aburrido. Dirá: "Dios es bueno. Me ayudó en mi camino." Y esas mierdas y ya está. No va a hacer nada más. -dice Arlet.
Valerie le lanza una mirada de odio a Arlet, que ella devuelve pacíficamente.
-La verdad es que yo también pienso eso... -apoya Iris.
Por el pasillo viene el señor Price diciendo que todo el mundo se dirija inmediatamente a la sala de conferencias. Y todo el mundo se mueve en la misma dirección como si un ordenador los controlaran para hacer lo que el director manda.

Ya allí, Arlet, Abigail, Iris y Valerie se sientan juntas por la zona del medio.
Poco a poco todos los asientos se iban llenando por los alumnos de los diferentes cursos. Y en la plataforma, un señor de unos cincuenta años con barba canosa, unas gafas circulares y un crucifijo colgado en su cuello, los observaba a todos con una sonrisa amable.
Cuando ya estaban todos sentados, se acerca el micrófono y dice:
- Hola, mi nombre es Abadie, y como habréis podido comprobar por mi acento, soy de Francia. Como algunos sabréis, soy misionero y hoy vengo a hablar de mi oficio.

En esta hora y media, les ha contado toda su historia, desde que nació, todo lo que tuvo que pasar, hasta cómo descubrió que quería ser misionero. Incluyendo historias que ha vivido ayudando a gente y las típicas palabras de creyente de lo que es Dios para él.
Y cómo no, Valerie ha fingido algunas lágrimas para llamar la atención de los asistentes.
-Bueno, ¿alguna pregunta?
Arlet levanta la mano sorprendiendo a sus amigas y profesores.
-Sí, señorita...
-Arlet. -responde - ¿De verdad piensa que Dios existe? ¿No cree que es el fruto del miedo que ha tenido la gente durante años de existencia a la muerte? ¿Y que supuestamente juzga a la gente en buena y mala por el miedo de todo el mundo al mal?
El comentario de Arlet hace despertar el interés de la gente.
-Señorita Arlet, veo que usted es un espíritu libre y pensador. Es algo que resulta atractivo. Claro que creo en Dios. Y como usted, he tenido en mis tiempos de juventud épocas en los que no creía en su existencia. Pero, muchas veces gracias al pensar que existe, me ha aliviado al saber que todo por lo que he tenido que pasar, lo he pasado para estar en el cielo con Él. ¿Fruto del miedo a la muerte y al mal? Puede. Es lo más probable. Pero creyendo en lo que creo, temo menos a la muerte y al mal.
-Gracias por su interesante respuesta, Abadie.
-A ti por tus pensamientos, Arlet. -le guiña el ojo - ¿No hay más preguntas?
Se quedaron en silencio, quizás asimilando toda la fuerza de pensamiento de Arlet y Abadie, o quizás pensado nuevas preguntas. No tardaron en alzar las manos para formular nuevas preguntas.

Al finalizar la charla, Abadie se acerca a Arlet y la aparta del resto y le dice:
-Me ha encantado conocerte. Pienso que tienes geniales ideas.
-Gracias. -dice sonrojándose.
En la puerta están sus amigas esperándola hablando de la charla que acaban de tener. Aunque Valerie está un poco ausente, pues no para de mirar a Arlet y Abadie con recelo.
-Podemos hablar después de clase, si quieres, me encantaría saber cómo piensas.
-Sería un placer, pero tengo que hablar con el director...
-¡Qué habrás liado, pequeña rebelde...! Hablaré con el director para que me deje un poco de tiempo. Hasta luego, Arlet.
-Adiós, Abadie.
Arlet se dirige a la puerta donde siguen sus amigas y vuelven a clase. Va a ser un día largo para todos.

I'm not okay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora