Prólogo.

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Desde hace varios días que alguien se había atrevido a lanzar huevos a la fachada de la mansión Mamasao. Lo peor fue que, como ninguna de ellas tenía contacto con los vecinos, por ahora no podían sospechar de alguno de ellos.

Renata, la más joven del grupo (aka homúnculo), se encontraba mirando por la ventana, medio enrabiada aún por aquellos vándalos que se habían atrevido a lanzarle huevos a la mansión. Recordó lo mucho que les había costado volver a pintar la casa el fin de semana pasado, cómo todo había terminado en una pelea de pintura con Abril y Pancha, y como ella se había caído de las escaleras. Todo parecía ir de puta madre, pero en realidad todas se estaban empezando a hartar de estas actitudes, porque casi todos los días era lo mismo, cerca de media docena de huevos eran lanzados contra la mansión, y lo peor era que no podían hacer nada...

¡Crac! ¡Crac!

Renata despabiló rápidamente y corrió hasta la ventana por la que se podía apreciar la entrada de la casa.

—¡Chicas! ¡Chicas! —exclamó desesperadamente, mientras trataba de localizar a la persona que había lanzado los huevos. La primera que apareció fue Noa, después Pancha y por último Abril, las tres se habían amontonado en la misma ventana—. ¡Los huevos otra vez!

—No veo nada —dijo Pancha entrecerrando los ojos.

—Eso es porque no te pones los lentes, aunque yo tampoco veo nada... —contestó Noa—, Rena ¿Segura de que viste algo?

—Sí, o sea, no. Escuché algo que sonaba como huevos rompiéndose —dijo mientras se encogía de hombros de forma divertida.

—¡No! ¡Ahí está el atrevido! —exclamó Abril, apuntando hacia los arbustos. Todas dirigieron sus miradas hasta ese lugar, y lo primero que vieron fue una cabellera rubia moverse por entre las hojas.

—¿Y qué hacemos? —preguntó Renata.

—VAMOS POR LA ESCOPETA, HAY QUE ESCOPETEARLO —contestó Pancha, medio cabreada.

—Esperen —interrumpió Noa—. Que alguien apague la luz, para que no nos vean.

En eso, Renata se dirigió a apagar la luz, y abrieron la ventana para mirar mejor. Entonces se dieron cuenta de que no era solo una persona ¡Eran tres! Y los tres llevaban cajas de huevos blancos.

—Uf, ¿Y estos quiénes son? —preguntó Renata.

—Amigos de Alka, seguramente(?) —Carcajeó Abril.

—Hay que detenerlos, antes de que sigan así, no cagamos dinero para pintar la casa cada cinco segundos —dijo Noa.

—No, no —dijo Pancha aprisionando el brazo de la contraria—. Ya se van, mira.

En efecto, los tres se perdieron en la oscuridad de la noche y desaparecieron sin dejar rastro. Rena se desplomó en la cama, observando con impotencia los pósters de The Beatles que estaban pegados en el techo de su habitación, mientras que Noa y Pancha dejaron salir un suspiro encabronado.

—¡Basat! —exclamó Abril—. Debe haber alguna forma de identificarlos, acá la pesimista soy yo y vean lo que les estoy diciendo. Digo, ¿Por qué no llaman a Ethanol? Quizá él pueda ayudarnos, ¿No?

—No se me había ocurrido —contestó Noa—. Lo llamaré mañana por la mañana para ponernos de acuerdo. Espero que no la cague.

Ethan (aka Ethanol), es uno de los mejores amigos de Noa, y ocasionalmente venía a visitar a las chicas para echar desmadre o para que le recomendaran música. Se rumoreaba que tuvo un romance con una de las exmiembro de Mamasao, pero, al final, nada se confirmó.

—Cuando sepamos quiénes fueron los malnacidos que tiran huevos, les quemaré la casa, a lo Vikernes —amenazó Pancha.

—Buee, ustedes planeen cómo conquistar el mundo y eso, pero yo me voy a dormir con Bartolomeo, cjau —dijo Abril antes de retirarse de la habitación.


Necesitaba hacer esto, perdón, JAJAJAJA.

Slash, PsychoKillerH

Mansión Mamasao.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora