La noche es clara, clara como la mirada en mis ojos al ver la inmensidad, clara como el cielo nocturno cuando me cuelo al techo de la casa a ver estrellas, clara como mis anhelos durante las dulces horas de la madrugada, clara como mi necesidad de romanticismo.
La noche es triste, triste como el girasol decaído por la falta del sol, triste como las gotas saladas en las almohadas de los jóvenes que han discutido con su pareja y nadie les ha dicho que el secreto no es nunca pelear, sino reconciliarse antes de dormir, triste como mi sonrisa después de una desilución, triste como mi frigorífico sin helado.
La noche es sincera, sincera como el abrazo de una madre, sincera como la sonrisa que tu mascota te saca, sincera como mi necesidad de desahogo, sincera como el dolor que causan los niños llorando.
La noche es magnífica, magnífica como una puesta de sol, magnífica como el rocío en los pétalos de una rosa blanca, magnífica como el arrullo de la cascada, magnífica como la sonrisa del ser amado.
La noche es perfecta, perfecta como complemento del sol, perfecta como el brillo en tu mirada, perfecta como tu diente chueco, perfecta como tus hoyuelos asimétricos, perfecta como la ropa pesada por jugar bajo la lluvia.
La noche es infinita, infinita como las estrellas, infinita como el mar, infinita como el dolor de una madre sin un hijo al que abrazar, infinita como la ternura al ver a un menor siendo un gran adulto, infinita como el amor entre hermanos con/o sin la misma sangre.
La noche es el lugar de los enamorados, de los afligidos, de los que se destruyen y de los que crean.
La noche soy yo.