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Capítulo II: El sonido de su voz.



La primera vez que escuche su voz fue un día martes. Llegué a casa muy contenta al descubrir que había sacado un nueve en mi examen, aunque la euforia se fue acabando con el paso de las horas al recordar que aún me quedaban cuatro exámenes para los cuales tenía que estudiar muchísimo. Mi habitación seguía siendo un desastre. Libros, papeles, platos sucios y ropa tirada en el suelo. Cuando me senté en la cama una docena de folletos de universidades, cursos de verano y más mierda se cayeron en el suelo.

Me quité las gafas y las deje en la mesita de noche pellizcándome la sien. Me permití dormir un par de horas antes de estudiar. Con una pila de libros de medio metro a mi lado y otra de notas me dispuse a estudiar, apoyándome en mi portátil y los libros de la biblioteca. En algún punto me levanté de la cama —seguramente porque los calambres en mis piernas comenzaron—, y me puse a caminar por la habitación leyendo en voz alta. Me detuve cuando mi teléfono celular comenzó a sonar y lo encontré debajo de la cama.

Abajo de la cama había muchas cosas que buscaba, como mi rotulador verde.

—¿Hola? —atendí distraídamente tratando de alcanzar el maldito rotulador que se me había escapado de los dedos.

—Hola, preciosa —La voz del otro lado de la línea era tan grave y profunda que me hizo sobresaltar, haciendo que me golpeara la cabeza con la cama y dejará caer el teléfono. Me olvide por completo del rotulador y me levanté de un salto acomodándome las gafas de vuelta en su lugar. Soy una la persona muy torpe.

—Perdón, ¿con quién hablo? —chillé.

—Con tu daddy, ¿con quién más?

Sentí una desagradable pulsada en el estomago.

—Amigo, creo que te equivocaste de numero. Yo no tengo un...

—Claro que lo tienes, Sara. Soy yo.

—Esto no es divertido —grite—. ¿Quién eres?

—Ya respondí esa pregunta. Ahora tú responde la mía: ¿Qué llevas puesto, pequeña?

—La pequeña la tienes entre las piernas, idiota.

—¿Qué llevas puesto? —Su voz se volvió más autoritaria, perdiendo el deje de dulzura con el que me había hablado antes.

—Unos calzones de abuela con la cara de Justin Bieber estampada en el trasero que me compre en el mercado —respondí con dulzura fingida y me mordí la uña del pulgar antes de añadir con voz infantil—. ¿Y tú, Daddy?

—Daddy no lleva nada puesto y probablemente deberías de comportarte mejor si no quieres que termine negándote el permiso de venirte en esos lindos panties de algodón —Mi respiración se volvió pesada, ¿cómo sabía eso?—. Para ser sincero me gustan, pero no puedo evitar imaginar cómo te verías en lencería...

Me levante para cerrar las cortinas y me senté en la cama. Decidí que no iba a dejar que el miedo me carcomiera así que lo interrumpí con voz inexpresiva:

—No me gusta ese tipo de mierda barata como 50 sombras de Grey, ya sabes, la historia no sería tan erotica si el tipo fuera un pobretón de mediana edad con granos en el culo...

—Tal vez te envíe algo —continuó como si no me hubiera oído, aunque note diversión en su voz—. Y tú podrías agradecerme al enviarme unas bonitas fotografías.

—¿Para qué te pajes, Han Solo?

—¿Te gustaría eso, Grillito? ¿Te gustaría que daddy te enviará lencería? ¿Me enviarías fotos, princesa?

—¡¿Quién eres?! —chillé escandalizada, mi brabuconería se acabó abruptamente. Grillito era el nombre por el que me llamaba mi abuela, hacía tanto tiempo que alguien me llamaba así que me afectó demasiado. Cualquiera puede saber qué calzones llevo ya que visto falda para ir a la escuela, pero no eso—. No es divertido, no vuelvas a llamar o voy a hablarle a al policía.

—No lo harás —respondió con tranquilidad—. Sé que a pesar de estar asustada tienes curiosidad. Sé que eres una chica muy curiosa. Y caliente.

Le vociferé muy explícitamente por donde podía meterse sus palabras y colgué el teléfono celular. Nunca lo he admitido en voz alta pero él tenía razón: soy una chica muy curiosa y... bueno, caliente.

Daddy: Un Acechador.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora