Maquiavélico.

Día 9.

Hoy me desperté... como siempre.
Me desperté soñandolo.
Soñé, soñé que volvía, soñé que me llegaba esa llamada que hacía nueve días que estaba esperando. Soñé que golpeaba la puerta de mi casa. Soñé que me volvía a abrazar. Me volvía a sonreír. A besar. A amar.
Había veces en las que me preguntaba si el me amaba, si el me amó tanto como yo a él. Admito que como todo ser humano, tuve mis errores. Por problemas, por estúpidos y malditos problemas. Descuide lo que más amé en el mundo. Él.
Sin el sentía que no podía, lo juro, no exagero. No sé si les habrá pasado, que sentían que una persona los complementaba y cuando esa persona se fue, no supieron que hacer.
Habíamos hecho planes, suena cursi, suena empalagoso, pero le habíamos puesto nombre a nuestros futuros hijos.
Quería creer que esto era una pesadilla.
Que era mentira. Que el todavía era mío.
Me dolía saber, porque en algún punto de mi mente y mi destruido corazón ya sabía, que el veía, besaba, tocaba y le sonreía a otras mujeres. Esa sonrisa era mía.
Mi egoísmo llegó a ese punto. Al punto de odiar el pensamiento de que él besara otros labios. Al punto de fijarme en su biografía de Facebook si es que había alguien nuevo en su vida. Era entrar en WhatsApp y ver su "en línea" y que el corazón se me partiera en pedacitos, al pensar y hacerme la cabeza pensando ¿con quién estará hablando?. Sabía que no estaba en línea para mandarme un mensaje, sabía que no me iba a llamar.
Y no saben, no se dan una idea de como extraño esas llamadas a la madrugada, a la mañana bien temprano, extraño despertarme temprano y mandarle mensajes de buenos días y que el me responda con una llamada.
Extraño cantarle al teléfono, extraño que me de palabras de aliento, si tan sólo se pudiera volver el tiempo atrás.
"El único detalle es que la ciencia no ha podido, no, crear esas maquinitas del tiempo..."