Capítulo #O4

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Álvaro se acercó a ella. Olía de maravilla...

-Podríamos quedar para cenar alguna vez. Contarnos qué hemos hecho en los últimos doce años.

-No creo, Álvaro -Joanne dio un paso atrás-. He venido a cuidar de mi padre unas pocas semanas. No voy a tener tiempo.
-Un café, entonces -propuso Álvaro, aproximándose de nuevo a ella-. Mañana por la noche.

Joanne palideció, se quedó quieta un segundo y luego lo agarró por un brazo y tiró de Álvaro hacia el salón:

-¿Por qué no saludas a mi padre?

El súbito cambio de conversación lo sorprendió pero, dado que al menos lo estaba tocando, decidió que estaba progresando.

-¿Qué tal la pierna, señor Smith? -le preguntó Álvaro a la página de deportes.

El periódico descendió. Thomas Smith estaba igual que siempre, aunque tenía el pelo canoso y sus entradas eran más profundas.

-¿Sigues montando en moto, Herreros?
-Sólo por placer, señor.
- ¿Tienes whisky?
-No.
-¿Y un puro?
-Me temo que tampoco.
-La próxima vez ven con las dos cosas.
-Sí, señor.

El periódico ascendió y Álvaro comprendió que la conversación había concluido; no muy larga, pero productiva, pues había sido invitado nuevamente. Le lanzó una sonrisa a Joanne y ésta, al darse cuenta de que seguía sujetándole el brazo, retiró la mano.

-Perdón -se retiró ella-, tengo que... ver una cosa. ¿Por qué no te sientas? Vuelvo en un...
-Mami, la peli ha terminado!

Dos bracitos agarraron a Joanne por la parte trasera de las rodillas, haciéndola perder el equilibrio y caer en los brazos de Álvaro. Este la recogió con suavidad, disfrutando del tacto de sus pechos contra el torso. Y cuando ella intentó separarse, para deleite de Álvaro, sólo consiguió que la fricción aumentara.

Joanne alzó la vista y miró con expresión, aterrorizada. Después, tras lograr liberarse, se giró hacia el torbellino moreno que la había tirado.

- ¡Tyler! -Lo reconvino Joanne-. Te he dicho mil veces que no hagas eso.
-Se me olvidó -el pequeño metió las manos en los bolsillos y miró al suelo afligido-. Lo siento, sólo quería abrazarte.

Álvaro se dio cuenta de que el chico le estaba echando teatro. Era bueno, pensó divertido. No sabía nada de niños, pero calculó que éste debía rondar los cinco años. Tenía el pelo negro, al igual que sus ojos y sus densas cejas. Y a juzgar por el tamaño de sus pies, sería un gigantón cuando cumpliera los dieciséis.

Así que la pequeña Joanne tenía un hijo...

-Los abrazos tienen que ser cariñosos, cariño -le dijo ella, poniéndose a la altura de Tyler-. Tienes que tener más cuidado.

El niño asintió, miró hacia arriba y se quedó mirando a Álvaro. Joanne, situada a la espalda de Tyler, le acarició los hombros y procedió a las presentaciones:

-Tyler, éste es Álvaro Herreros. Álvaro, mi hijo Tyler.

Álvaro extendió la mano y el chico la estrechó de inmediato. Bien agarrada, pensó Álvaro.

- ¿Cómo te va, Tyler?
- ¿Conduces camiones?

¿Es que todos los miembros de esa familia respondían a las preguntas con otra pregunta?

-Sí, pero prefiero las motos.
-Las motos son geniales -afirmó el pequeño-. Pero yo quiero conducir un camión cuando sea mayor.
-Quizá podamos dar una vuelta un día, si a tu madre le parece bien.
-¿De verdad? -preguntó Tyler, emocionado-. ¿En moto o en camión?
-Como quieras.
-¿En serio?, ¿puedo, mamá?

Quédate Conmigo♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora