Capítulo #O7

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—Hola, Jordi —Joanne sonrió—. Me sorprende que te acuerdes de mí.
—Me acuerdo de Joanne Smith —repuso él—. Pero no me acuerdo de ti —matizó Jordi.
—Gracias, supongo... Este es mi hijo, Tyler. Tyler, el señor Wild —los presentó a continuación.
—Llámame Jordi —le dijo éste al pequeño, tras arrodillarse para ponerse a su altura y estrecharle la mano.—Álvaro vino a cenar anoche y mi madre espachurró mi bici y Álvaro dice que puede arreglarla y que yo puedo ayudarlo.
—¿En serio? —Jordi miró a Álvaro sonriente—. Pues has venido al lugar apropiado. Álvaro puede arreglar cualquier cosa. Hasta hará que la bici vaya más rápida.
—¿De verdad, Álvaro? —preguntó Tyler, ilusionado.
—Seguro, pequeño —repuso Álvaro sonriente, tras fruncirle el ceño a Jordi.
— ¿Quieres ver mi bici? —le preguntó Tyler a Jordi.
—Por supuesto —Jordi agarró la mano del pequeño—. Venga, enséñamela.

Desaparecieron antes de que Joanne pudiera protestar y, de pronto, se quedó sin respiración al hallarse a solas frente a Álvaro.

Se había remangado la camisa hasta los codos, lo que dejaba al descubierto sus potentes antebrazos. Unos vaqueros azules se ajustaban a sus piernas musculadas... De alguna manera, todo él resultaba masculino y sexual.

Sabía que Álvaro la estaba mirando, sonriente, como si estuviera leyéndole los pensamientos. Entonces, cuando sonó el teléfono móvil, Álvaro se giró. para responder. Joanne exhaló un suspiro y se dio una vuelta por el taller para relajarse. Estaba limpio, pensó: el suelo de cemento brillaba, las paredes estaban recién pintadas y el sol entraba por las ventanas, inmaculadas. Había varias motos en una pared, pendientes de reparación, así como llantas, tubos de escape y varios sillines. A pesar de su desconocimiento, notó que eran motos potentes, formidables, al igual que el hombre que las reparaba, se dijo ruborizada.

Se obligó a no abandonarse a las fantasías eróticas que se agolpaban en su cabeza y se dirigió a una esquina en la que había un despacho, repleto de cartas, periódicos y fotografías de Álvaro.

—Me rompí la pierna cuando caí —la sorprendió él al verla mirar una foto de un accidente en la que aparecía por los aires—. Me tuvo fuera del circuito durante seis meses.
—Lo recuerdo —reconoció Joanne—. Fue en Inglaterra.
—Vaya, vaya —Álvaro se sentó sobre el escritorio, rozándole la pierna con la rodilla—. No pensé que fueras aficionada a las motos.
—En realidad no lo soy —repuso Joanne, arrepentida—. Esa semana tuve que sustituir a un compañero que cubría la columna de deportes.
—¿Escribiste un artículo sobre mí? —preguntó Álvaro, con las cejas enarcadas—. ¿Qué pusiste?
—Fue hace mucho tiempo, Álvaro —contestó Joanne, fingiendo que no recordaba cada una de las palabras de aquel artículo.
—Muchas gracias, Joanne —dijo Álvaro con sequedad—. Recuérdame que te llame si alguna vez tengo el ego por las nubes.
—A juzgar por todos tus trofeos, me iba a gastar un dineral en teléfono —replicó ella, sonriente. Luego se fijó en una agenda que había abierta sobre la mesa—. Cuántos teléfonos: ¿son todos de mujeres?—Amigas nada más —aseguró Álvaro, cuya pierna ya estaba rozándole uno de los muslos. Joanne sintió un chispazo eléctrico y se bajó de la mesa con disimulo, para mirar los retratos que había colgados en la pared. Y, de todas, hubo una antigua, en blanco y negro, que llamó su atención por encima de las demás.

Tres jovencitos guapísimos, con sonrisas cautivadoras. Álvaro iba de negro, estaba sentado sobre una moto y sujetaba un trofeo de oro mientras sonreía a la cámara. Jorsi estaba delante, de rodillas, mientras que Alejando se había retrasado y tenía los brazos cruzados sobre el pecho.

—Fue seis meses después de salir del instituto —la informó Álvaro—. Mi primera victoria.

Joanne se quedó paralizada al advertir la proximidad de Álvaro. Apenas podía respirar. No la estaba tocando siquiera, pero, aun así, sentía que se estaba consumiendo.

Quédate Conmigo♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora