Capítulo #O2

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-¿Estás bien? -se interesó Álvaro tras arrodillarse junto a la mujer.

Esta asintió con la cabeza y bajó la vista. Luego, cuando él le ofreció la mano para levantarla, se incorporó como si algo la hubiera quemado.

-¿Estás bien, Joanne? -preguntó entonces George Kromby, un empleado del supermercado que había compartido clase con Álvaro durante el instituto.

La mujer lo miró con dureza, ruborizada. Parecía desesperada, aterrorizada... No podía tener miedo de él, ¿no?, se preguntó Álvaro. De pronto reconoció algo familiar en ella, aunque no supo señalar el qué. La fragancia de su perfume y la suavidad de su piel bajo la blusa le impedían concentrarse.

-¿Se ha hecho daño, Joanne? -insistió George, ya arrodillado junto a los dos.

-Estoy bien -repuso ella con una voz rugosa que hizo hervir la sangre de Álvaro. Se dio cuenta de que no quería soltarla, pero la mujer se apartó y se puso de pie-. Lo siento, George. Me tropecé de repente...

-Le dije a Ricky que esta torre dificultaba el paso -comentó George, recogiendo el bolso y la cesta de Joanne al tiempo que criticaba a uno de los empleados.
-No, no, ha sido culpa mía. Lo siento -se disculpó Joanne-. Bueno, tengo que irme a casa -añadió tras esbozar una sonrisa que puso a George colorado.

-Salude a su madre de mi parte, señorita Smith -dijo él mientras Joanne se alejaba.

¿Señorita Smith?, ¿ Joanne Smith? ¿Esa Joanne era la pequeña y delgaducha Joanne Smith, la de la coleta roja y las gafas de pasta?

Hacía doce años que no la veía, justo antes de marcharse de Mullingar. Estaba de aprendiz en un taller de mecánica y ella había aparecido con su padre, que necesitaba unos pistones para su motocicleta. Álvaro tenía veintiún años entonces, de modo que ella debía de tener dieciséis o diecisiete. Era la chica más tímida que jamás había conocido. Y era evidente que seguía siendo tan tímida como de adolescente. Pero, aunque Joanne no lo mirara a la cara, él sí que se había fijado en ella. Todavía no podía creerse que la pequeña Joanne Smith fuera esa mujer de cuerpo despampanante y precioso rostro.

Su perfume flotaba aún en el aire y, de pronto, se dio cuenta de que tanto él como Álvaro seguían mirando hacia el pasillo por el que Joanne había desaparecido.

-Tranquilo, yo recojo todo -reaccionó George por fin.

--Te ayudo -repuso Álvaro mientras alcanzaba una lata de guisantes-. ¿Qué tal los señores Smith?, ¿siguen viviendo en la Avenida Belview? -añadió con naturalidad...

-El señor Smith fue operado la semana pasada de la rodilla - respondió George a medida que apilaba latas de guisantes-. Joanne volvió ayer de Londres para echarle una mano a su madre.

Por eso no la había visto antes, comprendió Álvaro.

-Así que de Londres, ¿trabaja allí?

-La señora Smith dice que colabora con un periódico muy importante -contestó George con orgullo-. Tiene su propia columna y todo.

Álvaro vio una tarjeta de crédito que había en el suelo y la recogió:

-Joanne Hamilton -leyó en voz alta. ¡Maldita fuera!, ¡estaba casada!-. Su marido debe de ser el que estaba esperando fuera. Un tipo grande de pelo rubio.

-Joanne está divorciada -lo informó George-. ¿Estás interesado en ella? -añadió con el ceño fruncido.

-¿Yo? Estoy demasiado ocupado para liarme con mujeres -contestó Álvaro, ocultando su satisfacción por las buenas noticias-. Ya sabes -añadió con un guiño de complicidad.

Quédate Conmigo♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora