Todos los días te digo "papá"

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Estás durmiendo.  Vengo a tu habitación y te veo... me gusta mucho mirarte. Me gusta sentarme en tu estómago y sentir cómo me  subes y me bajas conforme respiras pero debo estar alerta para saber cuándo te darás la vuelta, ya me has aplastado dos veces, papi. 

Imagino el poder de tus brazos fuertes alzándome por el aire mientras juegas conmigo pero sin dejarme caer.  Sé que eres un hombre bueno, Él me lo ha dicho. 

No quiero que sigas triste, papá.  Te voy a contar una cosa que Dios me dijo y que me ha permitido venir aquí a contártela.

Para empezar te diré que todo lo que pasa en el mundo es obra de Dios. Aquí no pasa nada si Él no lo tiene decidido.

Él permitió que mi madre fuera a esa clínica porque de igual manera yo iba a morir al poco tiempo de nacido. Un grave accidente le iba a suceder a ella y yo perdería la vida.  Él me ha hecho ver imágenes de lo que iba a suceder y aunque yo no tenía destinado sufrir mucho, tú sí ibas a hacerlo y tanto iba a ser tu dolor que intentarías quitarte la vida.  Eso me pone muy triste solo de pensarlo. 

Yo quiero que tú vivas y seas muy feliz, papá. 

Ahora voy a meterme en tu sueño y tendrás la oportunidad de cargarme, abrazarme y besarme. Sí, papá.  Ese niño que juega con unas piedras lanzándolas al mar, soy yo. Sé que no sabías si era una niña o un niño, pues ahora ya lo sabes. Siente la brisa fresca de la mañana en tu cara y disfruta el momento.

Anda, qué esperas para tomarme con tus manos y apretarme a tu pecho como lo hace Él.

--Te quiero, hijo.

--No llores más por mí, papi.

Tengo que irme porque tú despertarás de tu sueño pero recuerda que todos los días te recuerdo pronunciando la palabra: "papá".

Te amo.

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