Martes, 11 de noviembre de 2003

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Cuando lo vi por segunda vez, el recuerdo que tenía de él se había desvanecido por completo y me quedé mirándolo un momento. Estaba buenísimo y aquella boca sensual me sonaba mucho. ¿Me habría enrollado con él en un bar?

—No te acuerdas de mí —afirmó, claramente contrariado—. Llevabas un vestido rojo. Yo estaba en la puerta del River.

— ¡Ah, claro! Lo siento —dije sacudiendo la cabeza como si aquello pudiera hacer que el sentido común acudiera a ella—. No te había reconocido sin el traje. —Aquello me proporcionó una excusa para mirarlo de arriba abajo con aire evaluador. Llevaba pantalones cortos, zapatillas de deporte y una camiseta negra: listo para entrar en el gimnasio, pero muy diferente a como lo había visto la última vez.

—No, bueno, la verdad es que no es muy cómodo para correr.

—Supongo que no.

De pronto me percaté de que seguía mirándole los muslos y me di cuenta de que debía de tener una pinta horrible; acababa de terminar una sesión de una hora en el gimnasio y llevaba el pelo recogido atrás, mechones pegados a las mejillas encendidas y la camiseta sudada. Maravillosa.

—Bueno, me alegro de volver a verte —dijo mientras me miraba de pecho para abajo hasta los dedos de los pies y volvía a subir en una fracción de segundo.

No tenía muy claro si se estaba comportando como un caradura o si se sentía un poco cohibido. Pero lo remató con una sonrisa ligeramente torcida y nada lasciva, aunque muy sexy.

—Sí, y yo. Voy... a darme una ducha.

—Claro. Nos vemos. —Dicho lo cual, dio media vuelta y subió corriendo las escaleras del gimnasio, de dos en dos.

Mientras me duchaba, me sorprendí deseando habérmelo encontrado al entrar también yo en el gimnasio, en lugar de a la salida. Así podríamos haber tenido una conversación como era debido y no habría estado hecha un desastre. Por un momento contemplé la posibilidad de pasarme por la cafetería y esperar a que acabara el entrenamiento. ¿Parecería demasiado obvio? ¿Demasiado desesperado?

Bueno, ¿qué podía decir? Había pasado bastante tiempo. Los últimos hombres que me habían gustado habían sido rollos de una noche, a veces estaba casi demasiado borracha para recordar los detalles. No había nada de malo en ello, desde luego, solo me lo estaba pasando bien mientras podía. Ya estaba harta de las relaciones, estaba disfrutando mi soltería y toda esa mierda. Tal vez era el momento de tranquilizarse un poco. Tal vez era el momento de empezar a pensar en el futuro.

Mientras me secaba en el vestuario vacío, de pronto me vino una idea a la cabeza: no podía tener tan mal aspecto, o él no me hubiera reconocido. La última vez que me había visto llevaba puesto un vestido de satén escarlata y el pelo suelto sobre los hombros. Hoy vestía la ropa sudorosa del gimnasio, no iba maquillada y llevaba el pelo recogido atrás... Nada que ver. Y aun así me había reconocido en cuanto levanté la vista: lo vi en sus ojos.

Y había dicho: «Hola otra vez».

Desde aquel día no había vuelto al River, aunque había salido varios días a la semana. El fin de semana pasado había estado visitando a unos amigos en Escocia, un fin de semana agotador durante el cual dormí muy poco, aunque eso no me impidió salir a tomar algo después del trabajo. El viernes acabamos en el Roadhouse, un bar nuevo que habían abierto en Market Square. Estaba a rebosar de gente, gracias a las promociones del fin de semana inaugural en el precio de las copas, y tanto Sam como Claire habían ligado con unos tíos a la media hora de llegar. Durante un rato, bailé y bebí, bebí y bailé, sola y contenta mientras me encontraba a gente conocida y hablaba con ella, gritándoles al oído para que me oyeran por encima del ruido. Había algunos tíos buenos, pero no muchos solteros. A los que quedaban los conocía, ya fuera porque había salido con ellos o porque habían salido con alguna de mis amigas.

Ahora ya estaba deseando que llegara el próximo fin de semana. El viernes por la noche pensaba salir con Claire, Louise y su hermana Emma, y después de eso el fin de semana era mío. Mientras sonreía para mis adentros, volví al coche paseando tranquilamente, pensando que tal vez podríamos acabar en el River.

,Vq

En el rincón más oscuro| Liam Payne {Adaptación}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora