Incluso antes de verlo, sabía dónde estaría.
Estaba en la cafetería, leyendo un ejemplar del Times, muy elegante, con una camisa blanca con el cuello desabrochado y recién duchado.
Me detuve un instante mientras me preguntaba si sería una buena idea pararme a saludar y, en ese momento, levantó la vista del periódico. Durante un segundo no sonrió, se limitó a mirarme a los ojos, y pensé qué significaría aquello. Tenía la sensación de que era el principio, una especie de punto de inflexión. Había tenido la oportunidad de marcharme, pero permanecí imperturbable. Había llegado la hora de la verdad.
Cuando sonrió, me encontré a mí misma atravesando el vestíbulo del gimnasio hacia donde él estaba.
—Hola —dije, pensando en lo poco convincente que sonaba—. Te he visto en la piscina.
—Ya —respondió—. Yo también te he visto. —Dobló el periódico y lo dejó con cuidado sobre la mesa, al lado de su café—. ¿Qué tomas?
Marcharse ya no parecía ser una opción factible.
—Un té, por favor.
Me senté al tiempo que él se levantaba y me acomodé en el asiento que había frente al suyo, con el corazón a mil. Por mucho tiempo que hubiera pasado en el vestuario después de la ducha preparándome por si él estuviera fuera, no había sido suficiente.
Minutos después regresó con una bandejita con una tetera, una taza y una jarra de leche.
—Me llamo Liam —dijo, tendiéndome la mano.
Levanté la vista para toparme con un par de ojos marrones.
—Catherine —respondí. Tenía la mano caliente, firme y, horas después, cuando me metí en cama, todavía conservaba un rastro de su perfume en la palma de la mano.
El hecho de que no se me ocurriera nada que decir casi me hizo reír: solía ser difícil dejarme sin palabras. Quería preguntarle si había disfrutado del baño, pero sonaba estúpido; quería preguntarle si estaba soltero, pero era demasiado directo.
Quería saber si me estaba esperando. Me di cuenta de que ya sabía la respuesta a todas aquellas preguntas. Sí, sí y sí.
—Me preguntaba cómo te llamarías —dijo él finalmente—. Intenté ponerme a adivinar, pero ni siquiera me he acercado.
—Si no tengo cara de Catherine, ¿de qué tengo cara?
No había roto el contacto visual conmigo ni por un instante.
—Ya no me acuerdo. Ahora que sé que te llamas Catherine, ningún otro es lo suficientemente bueno.
Su mirada casi resultaba incómoda y noté que me ruborizaba debido a su intensidad, así que me concentré en servirme el té y tomarme mi tiempo para removerlo, echarle un poco de leche y luego un poco más, hasta que logré exactamente el matiz apropiado.
—Y bien —dijo suspirando—, ¿no has vuelto al River desde la última vez que te vi, o es que he tenido mala suerte y no te he visto?
—No, no he vuelto. He estado ocupada haciendo otras cosas.
—Ya. ¿Temas familiares?
Estaba echando el anzuelo para saber si estaba soltera.
—Cosas de amigos. No tengo familia. Mis padres murieron cuando estaba en la universidad y soy hija única.
Él asintió.
—Qué mal. Toda mi familia vive en Cornualles.
— ¿Eres de allí?
—De un pueblo cerca de Penzance. Me fui en cuanto pude. A veces los pueblos son lugares deprimentes, todo el mundo se entera de lo que haces.
Se produjo otra breve pausa, hasta que yo la interrumpí.
— ¿Solo trabajas en el River?
Sonrió y se bebió de un trago lo que le quedaba de café.
—Sí, solo en el River, tres noches por semana. Más que nada por ayudar a un amigo. ¿Quieres cenar conmigo?
La pregunta vino como caída del cielo y su mirada evidenció el atisbo de nerviosismo que su voz no había revelado.
Le sonreí y me bebí el té.
—Sí, me encantaría.
Cuando me levanté para irme, con la tarjeta con su número en el bolsillo de la chaqueta, noté que sus ojos me seguían hasta la puerta. Cuando me volví para hacer un gesto de despedida con la mano, seguía mirando. Pero finalmente esbozó una sonrisa.
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En el rincón más oscuro| Liam Payne {Adaptación}
FanficCuando Catherine conoce al guapo y seductor Liam, parece demasiado perfecto para ser verdad. Es misterioso pero muy atento con ella, y sus amigas lo adoran. No siempre, sin embargo, las cosas son como parecen. La personalidad maniática, controladora...