Etéreo

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Llegó la hora de decir adiós, lo vivido en esa estancia marco mucho mi vida, la aventuras con Amanda eran algo increíble, casi como sacado de un libro de amor. El día 13 desayunámos sólos los dos, toda la familia había salido de compras y nos encargaron la estancia, nos divertíamos haciendo de todo juntos. Ella me enseñó a cocinar y yo a conducir un auto (es raro porque ni mi madre sabía que tenía desarrollada esa habilidad).

Cuando estabamos cortando un pollo, Amanda con voz tierna me dice;
-Michael, ¿me amas?- ya me era común este tipo de cuestionamiento.
-Si Amanda, te amo más que a nada en el mundo- respondía sin pensarlo dos veces, al igual que siempre.
-Michael, tengo que confesarte algo, yo no soy como tu crees, hay algo en mi raro, algo que he ocultado durante mucho tiempo, y creo que es tiempo que lo sepas-.
-¿Qué sucede, Amanda?- sentía miedo, no sabía que me diría.
-Michael, te amo, ¡te amo como nunca he amado a alguien!-.

En ese instante todo el mundo se paralizó, nuestro amor era tan fuerte y tan puro que me siguió durante todo el recorrido, ese amor que prometí que sentiría por siempre. El cuchillo se acumuló aún más con sangre, pues a la que tenía del pollo, se le sumó la mía. Caía lentamente al piso y veía como Amanda lloraba, lloraba por amor, yo al mismo tiempo lo sentía, y lo seguiré sintiendo durante la eternidad.

En unos segundos mi vida se me vino encima, podía recordar con facilidad el
primer respiro que tuve, al igual que la primera vez que dije mamá o papá. No sabía como lo hacía pero mi memoria era gigante, y si hoy me preguntas algo sobre mi vida, te diré con mucho detalle todo, al igual que esta obra anónima. Recuerdo haberle dicho a Amanda una última cosa;
-¿Por qué lo hiciste, amada mía?- dije con un tono moribundo.
-Tenía miedo Mike, tenía miedo que rompieras la promesa, así me aseguro de nuestro verdadero amor, de que nuestro amor seá etéreo.

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