Weird times ·chapter 2·

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Heather abrió los ojos poco a poco. La luz que entraba por la ventana no hacía otra que cosa que hacerla daño a los ojos. Suspiró mientras se llevaba una mano a la frente, con esto tapándose los ojos y haciendo una mueca de dolor, ya que la dolía todo el cuerpo, y la cabeza no paraba de darle pinchazos. Intentó levantarse, cuando por fin se hubo acostumbrado a la luz. 

-Será mejor que no te muevas, o te dolerá más -susurró una voz femenina a su izquierda. Esa voz que tanto detestaba, esa voz que no la transmitía confianza, sino todo lo contrario.

-¿Dónde estoy? -preguntó volviendo a recuperar la postura en la que se había levantado. Tal vez sería mejor descansar. Al fin y al cabo no lograba conciliar el sueño desde hace una semana, tiempo que parecía siglos para la pelirroja. 

-Estas en nuestra pequeña enfermería, improvisada.

-Genial -logró decir Heather, cerrando los ojos con fuerza- Estoy en vuestra enfermería improvisada, en vuestra casa improvisada. Fantástico.- Finalizó la muchacha con frialdad.

-Ya te he dicho, Heather, que no te haremos daño. No es ese nuestro motivo para retenerte aquí.

-Oh, genial. ¿Y cuál es vuestro motivo si se puede saber? -preguntó bruscamente ahora ella, abriendo los ojos y lanzando una de esas miradas que matan.

Nunca se había fijado realmente en aquella señora. Pero Heather podría decir que tenía unos 40 años. Era menuda, y mucho más baja que ella, aunque eso era algo bastante usual, ya que Heather media 1,73, y la verdad es que era bastante alta para ser una chica. 

-Heather, ahora no es el momento de hablar de nuestros motivos... Te has desmayado, no te encuentras mentalmente estable, como todos hemos podido observar todas estas sema-...

-¿Qué quieres decir con que no me encuentro mentalmente estable? -interrumpió rápidamente la muchacha, frunciendo el ceño.

-Lodyma quiere decir que estas como una cabra -susurró una voz lentamente desde la puerta. A Heather no la hizo falta alzar la cabeza para saber de quién se trataba. -Vamos, que estás loca, colgada, pirada... -siguió diciendo él, y aunque la muchacha no lo miraba, sabía que estaba sonriendo con esa sonrisa divertida que tiene él- Que se te va la cabeza... -siguió diciendo él hasta que la pelirroja le mandó callar. Cosa que hizo sin rechistar, algo que sorprendió tanto como a la mujer como a Heather.

-En fin... -prosiguió diciendo la morena- Lo que quería decirte antes de que mi gran educado sobrino Harry entrase sin llamar- dijo la mujer fulminándole con la mirada, a lo que él respondió con una sonrisa de oreja a oreja- era que tienes que darnos tiempo. Es más, tienes que darte tiempo a ti también. Ya lo sabrás todo. Solo tienes que tener paciencia...

-¿Paciencia? ¡¿Paciencia?! -gritó algo desquiciada la muchacha- ¡Llevo aquí una semana! ¡Creo que ya he esperado demasiado! 

La mujer suspiró audiblemente, llevando ambas de sus manos a las sienes de su cabeza. Masajénadolas, como si intentara no alterarse demasiado por lo que la había dicho la muchacha, como si fuera un insulto a su persona. Tras unos minutos de expectación por parte de Heather, Lodyma se levantó lentamente, le regaló una sonrisa apenas visible a la pelirroja, y salió de la habitación tras golpear cariñosamente a Harry en el hombro.

Heather estaba soñando. Debía de estarlo, todo esto tenía que ser un sueño, ¿verdad? ¿Cómo es posible que de una semana para otra, toda su vida haya cambiado radicalmente? No es justo. Nada de esto es justo. Ella vivía tranquilamente en Ohio, cuando en un abrir y cerrar de ojos, se encontraba en este asqueroso lugar llamado Inglaterra, más concretamente en Londres, donde llovía todos los días y la gente era -para su gusto- demasiado educada. 

No pudo percatarse de los movimientos del muchacho hasta que este llegó y se sentó donde su tía había estado hace minutos atrás.

-¿En qué piensas? -Preguntó él, más calmado de lo normal. 

Heather lo analizó con la mirada. Harry era el chico más guapo que ella había visto nunca. La primera vez que lo vió juró que había visto un ángel, si lo hubiese conocido en otras circustancias, claro. La muchacha le miró directamente a los ojos, intentando analizar la más mínima señal de burla o de chiste, pero no encontró nada. ¿Significaba esto que le había preguntado en qué pensaba por pura curiosidad? No. No podía confiarse. Estaba segura de que se iba a burlar de ella si le contaba algo, por lo que tras percatarse de que sus miradas se alargaban demasiado, Heather apartó su mirada de los ojos verdes del muchacho, suplicando a Dios no sonrojarse demasiado.

-¿Tú lo sabes? -optó por preguntar ahora Heather. Intentando que el muchacho no recordara su anterior pregunta.

-¿El qué? -Frunció el ceño él, algo confundido. 

-Porque me tienen aquí, porque debo estar aquí... ¡todo! -respondió -más bien suplicó- Heather.

Harry sonrió. Sonrió, y Heather no sabía por qué. ¿Qué estaba pasando? ¿Se había perdido algo? ¿No se llevaban mal hace exactamente dos días?

-Sólo sé lo mismo que tú. Lo siento. -Dijo él tranquilamente.

-¿No te lo quieren contar? -preguntó ahora la pelirroja, sentándose en la cama, algo harta de estar tumbada sin hacer nada todo el tiempo. En aquel lugar se sentía completamente inútil.

El moreno tan solo negó con la cabeza, levantándose todavía con esa sonrisa amable que pocas veces había podido observar la muchacha. Y en cierto modo, no entendía por qué no sonreía todo el día, así, de esa manera. Era simplemente... perfecto. 

Heather sacudió la cabeza, negando lo inevitable a su conciencia. ''No'' pensó rápidamente, regañándose a si misma por pensar aquellas chorradas. "Ni si quiera le conoces, además, que sea amable contigo dos minutos al día porque estás asquerosamente aburrida y sola en este mundo, no significa que te tenga un mínimo aprecio"  se dijo ella para sus adentros, levantándose para seguir al muchacho.

-¿Por qué no te lo quieren contar? -insistió Heather, con algo más de confianda por la conversación que acaban de tener. Harry Styles parecía hasta humano, aunque comprendió que no llegaría a ver ese lado suyo demasiado tiempo, -como mucho dos mintuos al día- y se dio cuenta de ello cuando justo antes de abrir la puerta para salir, se giró y la miró con esa mirada que solo él tenía, esa medio divertida, en parte de broma y algo pervertida. Esos ojos verdes, bonitos y grandes y esa boca que solo pudo decir una cosa, solo pudo realizar un comentario, y era lo segundo que se le daba mejor hacer, lo primero era aparentar que nada le importaba. Ni si quiera su propia familia. ¿Y qué era aquello?

-Deberías cambiarte de ropa. No me entiendas mal, me encanta que vayas así, aunque no creo que mis tios piensen lo mismo. Mi tío podría alterarse... ya sabes. Mirar demasiado, y no creo que a la tía Lodyma le haga mucha gracia eso. Y es cierto que no dejas demasiado a la imaginación, pero me muero por ver con mis propios ojos que hay debajo de esa poca ropa. 

Exacto. Lo que Harry Styles mejor sabía hacer era ser un pervertido.

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